[1] La clase obrera en EE. UU. (Magdoff y Foster)

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Fuente: Artículo [original] publicado en Monthly Review, vol. 64, nº 10, marzo de 2013, pp. 1-22. Traducción de Joan Quesada. Fred Magdoff es profesor emérito de Ciencias de las Plantas y el Suelo en la Universidad de Vermont. John Bellamy Foster es editor de Monthly Review y profesor de Sociología en la Universidad de Oregón… Los autores desean agradecer a Jamil Jonna su colaboración en este artículo. Selecciones en castellano by www.monthlyreview.org.es is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License. Artículo online: www.monthlyreview.org.es – el trabajo


 

[1] La difícil situación de la clase obrera en los Estados Unidos

Fred Magdoff y John Bellamy Foster 

Palabras clave: información alternativa, la clase obrera, economía, capitalismo, historia, humanidades.

(p. 33-36)

El capitalismo moderno, según la conocida observación del sociólogo Max Weber a comienzos del siglo XX, se basa en la «organización racional del trabajo [formalmente] libre por el capital». No obstante, la «racionalidad» del sistema en este ámbito, como el propio Weber reconocía, era tan restringida que en realidad resultaba «irracional». Pese a que existía libertad formal, el trabajo en el capitalismo carecía de toda libertad sustantiva.1

Eso concordaba con el argumento de Karl Marx en El Capital. Dado que en el sistema capitalista la enorme mayoría de los individuos están separados de los medios de producción, estos no tienen otro modo de sobrevivir que vender su fuerza de trabajo a los propietarios de dichos medios, es decir, a los miembros de la clase capitalista. Los capitalistas-propietarios son los receptores legales de todo el valor añadido socialmente producido por el trabajo que emplean. Con este pagan el salario de los trabajadores, y conservan para sí el valor residual o superávit que genera el proceso social de producción. Ese superávit se convierte entonces en la base para posterior la acumulación de capital, que hace aumentar los medios de producción que la clase capitalista posee. El resultado es una fuerte tendencia a la polarización de la renta y la riqueza en la sociedad. Cuanto más se incrementa la productividad social del trabajo, más sirve esta para fomentar la riqueza y el poder del capital privado, mientras que, simultáneamente, aumentan la pobreza relativa y la dependencia económica de los trabajadores.

Un elemento crucial de este proceso es lo que Marx denominó «el ejército de reserva de trabajadores» o el «excedente relativo de población». Si exceptuamos situaciones extraordinarias como son las grandes guerras, que movilizan a millones de personas, o los procesos cruciales de expansión como consecuencia de factores históricos únicos, el sistema económico capitalista no produce suficientes empleos para todos. Aunque es cierto que existen tiempos mejores, durante las fases ascendentes del ciclo económico, y tiempos peores, en las fases de declive, casi siempre existen grandes cantidades de personas necesitadas de empleo que no pueden encontrarlo con facilidad. Muchos de los trabajos que se crean se pagan con salarios bajos, por debajo incluso de lo necesario para cubrir necesidades básicas como una vivienda digna y una dieta satisfactoria.

Los desempleados, los subempleados y las personas con empleos precarios constituyen el ejército de reserva de trabajadores necesario para el funcionamiento del capitalismo. El ejército de reserva se crea y se mantiene como un medio para la acumulación de capital, la cual requiere que haya siempre disponible un excedente de fuerza laboral a fin de facilitar la expansión económica y, simultáneamente, presionar a la baja los salarios de los trabajadores y disminuir su rebeldía.2

Los trabajadores del ejército de reserva se caracterizan por una «ocupación extremadamente irregular».3 Son fáciles de despedir si la economía se ralentiza un poco, y fáciles de emplear cuando toma impulso. En este grupo de trabajadores se cuentan todos cuantos han dejado de buscar empleo en mercados laborales débiles, así como quienes trabajan a media jornada cuando desearían hacerlo a jornada completa, además de los trabajadores oficialmente declarados en paro. Se incluyen también las personas en pobreza crónica.4 Es la existencia de este ejército de reserva de trabajadores «excedentes» lo que dificulta que quienes pertenecen al ejército de trabajadores activos puedan ver aumentar sus salarios o mejorar sus condiciones laborales sin necesidad de realizar esfuerzos concertados a través de la lucha sindical.

Marx definió la situación general de los trabajadores, en particular la de los que forman parte del ejército de reserva, como de precariedad. En sus propias palabras, «cuanto mayor es la productividad del trabajo, mayor la presión de los trabajadores sobre los medios de empleo y, por lo tanto, más precaria se vuelve la condición de su existencia, es decir, la venta de su propia fuerza de trabajo para incrementar la riqueza ajena o, en otras palabras, la autovalorización del capital». Con la movilidad actual de capitales y las modernas técnicas de procesamiento de materias y de transporte rápido, el ejército de reserva de que dispone el capital en cualquier país ha cobrado un alcance verdaderamente global.5

Claro está que ha habido periodos en los que la existencia de fuertes movimientos sindicales o de partidos políticos obreros (sobre todo en Europa) ha permitido la mejora de las condiciones laborales y el aumento de los salarios. Aunque el capital nunca ha concedido nada a los trabajadores sin necesidad de lucha, la Guerra Fría añadió una nueva dimensión. Era entonces más probable que los gobiernos de los países ricos del centro de la economía capitalista mundial, que debían asegurarse el apoyo de los trabajadores como parte de un acuerdo más general en tiempos de Guerra Fría, tuvieran en cuenta los deseos del trabajo. Sin embargo, más tarde la situación se invirtió. Aunque con altibajos, desde finales de la década de 1970 las condiciones del trabajo se han deteriorado por norma general.

En los Estados Unidos, los trabajadores se hallan sometidos en la actualidad a extrema presión, como en ningún otro periodo desde la Gran Depresión de la década de 1930. Las condiciones existentes en la actual fase de capital financiero-monopolista, dominada por las políticas neoliberales, son la culminación de un largo proceso de guerra de clases asimétrica, en la que el capital ha cobrado cada vez mayor fuerza en su lucha por limitar y controlar al trabajo. En este periodo, y sobre todo desde la llegada de la Gran Recesión, el capital ha exprimido cada vez más al trabajo («hacer más con menos», se lo ha llamado) para aumentar las ganancias.

Al mismo tiempo, la economía se ha caracterizado por un estancamiento cada vez más profundo, y el incremento real del PIB ha descendido desde en torno al 4% anual de las décadas de 1950 y 1960, y el 3% anual aproximado de las de 1970, 1980 y 1990, hasta el 1,8% al año de la última década (2002-2012). La financiarización, que surgió como respuesta al creciente estancamiento de la economía desde la década de 1970 hasta el presente, ha servido para preservar e incrementar la riqueza en los niveles altos y, temporalmente, para disminuir el estancamiento en el conjunto de la economía, pero a expensas de producir una aún mayor inestabilidad económica a largo plazo.

Cuando el crecimiento económico se ha ralentizado, también lo ha hecho la creación neta de empleo, que ha pasado de incrementos anuales de hacia el 2% en las décadas de 1970 y 1980 a menos de un 0,3% anual en la pasada década de 2002-2012 (y a menos de un 1% al año durante las dos últimas décadas).6 La tendencia de la economía a un mayor estancamiento y la respuesta del capital a esta (incluidos el recurso a las finanzas, la externalización y la deslocalización, y el aumento de la presión sobre los trabajadores y sus organizaciones) se han combinado para empeorar la situación general de la clase obrera estadounidense.

[ Sección 2: Guerra abierta contra el trabajo]


Notas
  1. Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, Charles Scribners, Nueva York, 1958, p. 21, y Economy and Society, University of California Press, Berkeley, 1978, pp. 85-86, 138 y 1.156.
  2. Karl Marx, Capital, vol. 1, Penguin, Londres, 1976, pp. 781-802.
  3. Marx, Capital, vol. 1, p. 796.
  4. Algunas concepciones más amplias del ejército del reserva incluyen a los presos y los reclutas, ya que estos absorben el excedente de trabajo de la sociedad y muestran hasta qué punto esta dista de utilizar el trabajo productivo del que se dispone.
  5. Marx, Capital, vol. 1, p. 798; Harry Braverman, Labor and Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1998, pp. 264-277. Para una discusión empírica detallada del moderno ejército de reserva de trabajadores, véase Fred Magdoff y Harry Magdoff, «Trabajadores desechables: el ejército de reserva industrial en la actualidad», en El nuevo rostro del capitalismo. Monthly Review. Selecciones en castellano, nº 4, Editorial Hacer, Barcelona, 2005, pp. 71-91. Sobre los aspectos globales del ejército de reserva, véase John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, The Endless Crisis, Monthly Review Press, Nueva York, 2012, pp. 125-154. Para una explicación reciente del ejército de reserva y su importancia para la sociología del desempleo, véase R. Jamil Jonna, «Toward a Political-Economic Sociology of Unemployment: Renewing the Classical Reserve Army Perspective», Universidad de Oregón, Tesis doctoral, junio de 2013.
  6. Calculado a partir de St. Louis Federal Reserve FRED database, serie PAYEMS, todos los empleados no-agrícolas.

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