Fuente: Constelaciones. Revista De Teoría Crítica, 6(6), 228-258 (2014). Recuperado a partir de http://constelaciones-rtc.net/article/view/868. Esta revista provee acceso libre inmediato a todo su contenido bajo el principio de que hacer disponible gratuitamente la investigación al publico apoya a un mayor intercambio de conocimiento global. De acuerdo con ello la revista se publica sin restricciones de acceso, permitiendo su uso y reproducción siempre que se reconozca la autoría del material, no se haga un uso comercial del mismo, se difunda bajo los mismos permisos y demás estipulaciones de la licencia de CREATIVE COMMONS 3.0.
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RESUMEN
Este artículo analiza dos momentos diferenciados de la “sociedad del conocimiento”, tanto en relación con cambios sociales reales, como en relación con su reflejo en la elaboración teórica que los acompaña. La crisis del Fordismo y el triunfo de las políticas neoliberales constituyen el telón de fondo de los dos modelos de “sociedad del conocimiento”. Aunque esos modelos se presentan como alternativa a la sociedad de clases, nuestro análisis pone de manifiesto que sus contradicciones perviven y siguen expresándose en la sociedad del conocimiento.
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Sociedad del Conocimiento: Sobre la Ambición del Estrato Social Formado por las Posiciones del Poder
Christine Resch
1 EL TAN CACAREADO FINAL DE LA SOCIEDAD DE CLASES*
* En este artículo se recogen algunas de las reflexiones marco del libro aparecido hace unos años (Christine RESCH, Berater-Kapitalismus oder Wissensgesellschaft? Zur Kritik der neoliberalen Produktions-weise, Münster: Westfälisches Dampfboot, 2005). A petición de los editores de Constelaciones. Revista de Teoría Crítica no se ha realizado una actualización de aquellas reflexiones en la confianza de que siguen teniendo interés para los lectores de habla castellana hoy.
(Traducción del alemán: José A. Zamora.)
Desde el milagro económico de los pasados años 50 y desde que Schelsky acuñara en relación con él la noción de “sociedad nivelada de clase media” los científicos sociales de la corriente mayoritaria están de acuerdo, si prescindimos de una breve interrupción a finales de los 60 y comienzos de los 70, en que esa sociedad ya no puede ser descrita en términos de una “sociedad de clases”. Solo se discute qué concepto es el adecuado para describir la forma actual de socialización. En los últimos 50 años ha cambiado bastante en qué sociedad vivimos. La “sociedad del riesgo” de Beck y, últimamente y de manera sorprendentemente estable, la “sociedad del conocimiento”, concepto no atribuible a ningún autor en solitario, han alcanzado cierta supremacía.
Si bien el concepto de “milagro económico” está referido al caso de la República Federal de Alemania, la renuncia a la sociedad de clases (aunque no al capitalismo) no es una “excepcionalidad alemana”. Como es sabido, en Gran Bretaña los fundadores de los Cultural Studies (Edward P. Thompson, Raymon Williams, Richard Hoggart) ya reaccionaron en los pasados años 50 este tipo de renuncias (y al mismo tiempo al Estalinismo), para lo cual investigaron la dimensión cultural de la pertenencia de clase, sin por ello renunciar a las “clases”.1 La investigación de los estilos de vida ha recibido, como se sabe, importantes impulsos de Pierre Bourdieu, que es interesante entre otras razones por haber ofrecido argumentos a los defensores de una teoría de clases “ampliada”. Los defensores de la “sociedad del conocimiento” se vinculan con las tradiciones estadounidenses y establecen su inicio en la “sociedad post-industrial” de Daniel Bell.2 “La inteligencia como nueva clase”3 de Alwin W. Gouldner está ya casi olvidada, pero forma parte también de este contexto. Peter Drucker es citado frecuentemente en calidad de garante del concepto, por más que sus libros no pertenezcan al ámbito científico y sean más bien guías para directivos de empresa. Alain Touraine ya había escrito un análisis de la dominación de la “sociedad post-industrial” francesa antes de D. Bell4.
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1 Cfr. de manera más detallada el capítulo sobre los Cultural Studies en Christine RESCH, Die Schönen Guten Waren. Die Kunstwelt und ihre Selbstdarsteller, Münster, Westfäliches Dampfboot, 1999.
2 Daniel BELL, The Coming of the Post-Industrial Society, New York: Basic Books, 1973, cit. por la edición alemana Die nachindustrielle Gesellschaft, Frankfurt/New York, Campus, 1975.
3 Alvin W. GOULDNER, The Future of Intellectuals and the Rise of the New Class: A Frame of Reference, Theses, Conjectures, Arguments, and an Historical Perspective on the Role of Intellectuals and Intelligentsia in the International Class Contest of the Modern Era. New York: Seabury Press, 1979 (cit. por la edición alemana Frankfurt/New York, Campus, 1980).
4 Alain TOURAINE, La société post-industrielle, Denoël, Paris, 1969 (cit. por la edición alemana Frank-furt/M, Suhrkamp, 1972).
5 Ulrich BECK, Risikogesellschaft. Auf demWeg in eine andere Moderne. Frankfurt/M, Suhrkamp, 1986.
Esta “primera sociedad del conocimiento” está caracterizada por el optimismo, por la credulidad en el progreso y en la ciencia y por la idea de planificabilidad de la sociedad. Con la “sociedad del riesgo” de U. Beck5 se pone el acento en los efectos colaterales no pretendidos de la técnica y el desarrollo. Hubo que esperar a los años 90 para que la “sociedad del conocimiento” fuera redescubierta. Ya nadie tiene influencia sobre esta “segunda sociedad del conocimiento”. Se ha convertido en una “necesidad objetiva”, nos sobrepasa, pero podemos intentar sacar lo mejor de esa necesidad. La sociedad del riesgo es, al mismo tiempo, una sociedad de oportunidades.
De eso voy a tratar a continuación, de esas dos sociedades del conocimiento. El abandono de la teoría de clases constituye el marco. Dicho abandono se funda-menta esencialmente en dos argumentos: 1) el consumo de masas y 2) el conocimiento como fuerza productiva más importante. La segunda línea —“sociedad del conocimiento”— constituye la cuestión central, la línea que va de la “sociedad del consumo” a la “sociedad de las experiencias” sólo será, por el contrario, brevemente esbozada.
2 DE LA SOCIEDAD DEL CONSUMO A LA SOCIEDAD DE LAS EXPERIENCIAS
En Europa y especialmente en Alemania el Fordismo se vio interrumpido por la economía de guerra, la miseria posbélica y la reconstrucción (renuncia al consumo por el más alto bien general). Después del “Fordismo de los preparativos de guerra” y del keynesianismo de derechas de los años 30 (con el empleo propagandístico de los receptores de radio y el turismo de masas propio de la organización “Fuerza a través de la alegría”*, así como la planificación de un coche utilitario para el pueblo), también en Europa occidental se reestableció ese modo de acumulación proveniente de EEUU con el impulso económico en los años 50: un régimen de acumulación que, como es conocido, saca provecho del consumo y la producción de masas. El “trabajador acomodado” es un elemento constitutivo del Fordismo6. Solo gracias a salarios relativamente altos es posible el consumo de masas.7
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* N. del trad.: Kraft durch Freude (KdF, literalmente “Fuerza a través de la alegría”) fue una organización política nazi que existió entre 1933 y 1945 dedicada a la tarea de estructurar, vigilar y uniformar el tiempo libre de la población alemana en tiempos del III Reich.
6 El concepto lo he tomado de John H. GOLDTHORPE et al., The Affluent Worker in the Class Structure, Cambridge, Cambridge University Press, 1969 (cit. por la edición alemana München, Wilhelm Goldamann Verlag, 1971), que realizaron un ambicioso proyecto de investigación en Inglaterra de sociología del “trabajador acomodado” y mostraron que la tesis del “aburguesamiento” de la clase trabajadora no se corresponde con la realidad.
7 Para información más completa sobre el modo de producción fordista, su crisis y su transición hacia el Post-Fordismo, cfr. Joachim HIRSCH y Roland ROTH, Das neue Gesichts des Kapitalismus. Vom Fordismus zum Post-Fordismus, Hamburg, VSA, 1986.
La teoría de la sociedad reaccionó con rapidez a esta evolución. La teoría de clases dejó de ser el marco teórico para explicar la desigualdad social. Como criterio nuevo se estableció el concepto de “estrato” o “capa” social. La sociedad de consumo era al mismo tiempo una “sociedad nivelada de clase media”. Los trabajadores desaparecieron de la teoría social. La sociedad de consumo se convirtió en un medio eficaz para diferenciarse de la sociedad del bloque soviético. Por medio del “consumo” es como se representaba la guerra fría en la cotidianidad: “¿Me permite poner un poco más?”, preguntaba la amable vendedora en el lado occidental, mientras que en el Este hacían cola para comprar.
Ya un año antes de la crisis del petróleo, el Club of Roma publicó un informe “Sobre los límites del crecimiento”. La crisis del petróleo en 1973 puso de relieve para una “amplia opinión pública” que el consumo y la producción en masa “agotaba” las condiciones de posibilidad de ese modo de producción —los recursos naturales— y destruía el medio ambiente. El consumo dejó de ser algo hermoso. Al mismo tiempo las ciencias sociales redescubrieron las clases. (Ciertamente esto ya era un fenómeno ideológico, pues el movimiento y la cultura obreros habían sido destruidos y aniquilados por los nazis. En Gran Bretaña era otra cosa. Allí esto se produjo bajo el mandato de Margaret Thatcher.) Se investigó sobre la conciencia obrera.8 La “crítica de la estética de la mercancía” de Haug9 era ambas cosas al mismo tiempo: crítica del consumo y análisis de modo como la conciencia de los trabajadores es manipulada por esa estética de la mercancía. En algunas fracciones de los nuevos movimientos sociales se practicó la crítica del consumo por medio de una negativa a consumir: economía de subsistencia en comunas agrarias. Existían nociones de “vida buena” que no seguían el lema de “trabajar para consumir”.
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8 Como ejemplo de estas investigaciones baste nombrar el famoso estudio de Heinrich PROPITZ, Hans Paul BAHRDT et al. Das Gesellschaftsbild des Arbeiters: soziologische Untersuchungen in der Hütten-industrie, Tübingen, Mohr, 1957 y las investigaciones de sociología industrial en los Institutos del ramo de Frankfurt, München y Göttingen.
9 Cfr. Wolfgang Fritz HAUG, Kritik der Warenästhetik, Frankfurt/M, Suhrkamp, 1971.
10 Hasta qué punto se da importancia a los “creativos” es analizado por el libro de Richard FLORI-DA, The Rise of the Creative Class, New York, Basis Books, 2002, que considera a los creativos una clase y se sorprende que ellos no se vean a sí mismos como clase.
11 Pierre BOURDIEU, La distintion. Critique social du judgement, Paris : Les Editions de Minuit, 1979 (cit. por la edición alemana Frankfurt/M, Suhrkamp 1982). 12 Gerhard SCHULZE, Erlebnisgesellschaft. Kultursoziologie der Gegenwart. Frankfurt/M, New York, 1992; para una crítica entre otros a Schulze y a la “tesis de la individualización”, cfr. Hans-Günter THIEN “Die soziale Frage neu entdeckt: gespaltene Gesellschaften”, en: Olivre Brüchert y Chistine Resch (eds.), Zwischen Herrschaft und Befreiung. Kulturelle, politische und wissenschaftliche Strategien. Westfäliches Dampfboot, 2002, que confronta la “cuestión social” redescubierta entretanto con la continuidad de la desigualdad social.
Con el final del Fordismo se disocia el consumo. Por un lado, el consumo distinguido y, por otro, el consumo basura de menos valor. Las desigualdades sociales se agudizan con la transformación neoliberal y se lleva a cabo una escisión en la sociedad. De una parte, empleos mal pagados/desempleo/exclusión social; de otra parte, distinguidos ejecutivos y “trabajadores del conocimiento”.10 La teoría de las dos clases vuelve a perder plausibilidad: ahora adquieren importancia las “diferencias sutiles”11. Se diferencia de manera esmerada entre una multiplicidad de tipos de consumo. Por medio del consumo de lujo diferenciado es como los trabajadores del sector servicios, bien formados y todavía bien integrados en el mercado laboral en los años 90, proyectan la imagen de sí mismos. La “sociedad de las experiencias”* se convierte en un tópico para explicar la sociedad por medio de los hábitos de consumo.12
* En el ámbito de habla española se suele traducir el concepto Erlebnisgesellschaft por “sociedad de experiencias”. La traducción puede, sin embargo, conducir a confusión. Lo que el término alemán pretende caracterizar es una sociedad de consumo en la que se ha vuelto prioritaria la configuración individualista del propio estilo de vida. El imperativo de acción consiste en buscar la autorrealización por medio de disfrute inmediato que da el consumo, pero poniendo el acento en la diferenciación y la distinción, así como en las vivencias que ese consumo pueda proporcionar.
Partiendo de la sociedad del consumo13, concepto de sociedad en el que cristaliza teóricamente el consumo de masas, después de un pequeño paréntesis en el que las ciencias sociales y los movimientos sociales practicaron una crítica y un rechazo del consumo14, se generaliza a finales del siglo XX la sociedad de las experiencias, el consumo de lujo.
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13 De manera similar a como ha ocurrido con la “sociedad industrial” y actualmente con la “sociedad del conocimiento”, la denominación “sociedad del consumo” ha pasado de tal manera a tener un uso generalizado y común, que ya no se puede atribuir a autores concretos de modo exclusivo.
14 Cfr. Alan GARTNER y Frank RIESSMAN, The Service Society and the Consumer Vanguard, New York: Harper & Row 1974 (cit. por la edición alemana, Frankfurt/M: Suhrkamp, 1978.
* N. del trad.: el término alemán empleado es “gebildete Schicht”. Schicht se puede traducir por capa, estamento, estrato (aquí social) y gebildet se puede traducir por formado, culto, educado, instruido, erudito. La autora se desmarca de quienes pretenden identificar este grupo social (académicos, expertos, científicos, ejecutivos, etc.) con una clase. En cada momento se usa la traducción que mejor puede encajar en el contexto.
15 Daniel BELL, The Coming of the Post-Industrial Society, op. cit.
También es posible trazar otra línea, cosa que he hecho de manera implícita. Partiendo de la “sociedad nivelada de clase media”, que responde a la experiencia del “trabajador acomodado”, tras una pequeña interrupción en la que las ciencias sociales volvieron a descubrir las clases, emerge una sociedad del conocimiento y de los servicios, que a su vez se caracteriza por las “diferencias sutiles” y las diversas clases de consumo, y de esta manera viene a ser una sociedad de experiencias. Hablar de sociedad del conocimiento o de sociedad de experiencias es tan solo una cuestión de perspectiva, es cuestión de qué telón de fondo se use, la fuerza productiva o la de consumo.
3 LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO ANTES Y DESPUÉS DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO.
3.1 La estrato social formado* y los “de ahí arriba”.
La “sociedad nivelada de clase media” fue el intento de describir el Fordismo que volvía a ponerse en marcha. Con el inicio de la crisis del Fordismo en los años 70 ese modelo de sociedad quedó superado. Mientras que en Alemania se redescubre la sociedad de clases, en EEUU se crea el concepto de “sociedad post-industrial”15. Cuando se elabora este concepto —el libro se publica en 1973, pero los artículos ya habían aparecido con anterioridad— todavía no se hablaba de crisis. Y de esto justamente trata: es un modelo de sociedad que todavía está impregnado de la experiencia fordista —es posible automatizar todavía más la producción y organizarla de manera más efectiva, se puede planificar el desarrollo económico, se va a producir un progreso tecnológico impulsado por ingenieros y técnicos— y al que la crisis del Fordismo, cuando el libro se publicó, le confirió una plausibilidad suplementaria. Crecimiento nulo, escasos aumentos de la productividad, la no disponibilidad ilimitada de materias primas, etc. era índices claros del final de la sociedad industrial. El hecho de que Bell denomine su análisis y su pronóstico con el concepto de “sociedad post-industrial” se corresponde con esa situación. Algo termina, pero lo que está por venir no lo sabe nadie —“post-industrial” (y también “postfordista”) hacen referencia a que las transformaciones ya son percibidas e interpretadas, pero todavía no han sido conceptualizadas. (En contraposición al diagnóstico social, que por medio de una denominación sociedad-“x” sugiere que todo es de otra manera o se volverá diferente, la denominación “post-” es más modesta. Como es sabido, no toda transformación significa una revolución”16).
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16 Ulrich BRÖCKLING, Susana KRASMANN y Thomas LEMKE (ed., Glossar der Gegenwart, Frankfurt/M: Suhrkamp) critican la aproximación consistente en reducir la actualidad a un principio dominante y proponen como alternativa un “glosario de la época actual”, que parte (en la tradición de Foucault) de “microtécnicas” y pretende obtener de ellas conclusiones en relación con las “macroestructuras”. Pero como ellos mismos señalan, la selección de términos permanece inconclusa y se echa de me-nos una evaluación teórica y una comparación histórica. Estas tareas están todavía por hacer, si lo que se pretende es prolongar el proyecto de Raymond WILLIAMS (Cultur and Society 1780-1950, London and New York: Columbia University Press, 1958; cit. por la edición alemana, München: Verlag Rogner & Bernard, 1972), quien concibió la “teoría de la sociedad como historia conceptual”. Williams fija su atención en cinco conceptos: industria, democracia, clase, arte y cultura — su cambio de significación en las últimas décadas del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX pone de manifiesto una transformación general de las formas de pensamiento características. Respecto a la transición del Fordismo al Neoliberalismo sería completamente revelador estudiar con toda precisión las “nuevas palabras” y los cambios de significación de los conceptos empleados con los que hemos de reflexionar sobre nosotros y sobre la sociedad.
17 Para una crítica estadounidense coetánea, cfr. Robert L. HEILBRONNER, “Economic problems of a ‘postindustrial’ society” (1973); citado por su traducción alemana en Lucian Kern (ed.), Probleme der postindustriellen Gesellschaft, Köln: Kiepenhauer &Witsch, 1976, págs. 218-238.
Bell no afirma en ningún sitio que vivamos en una “sociedad post-industrial”. En la edición inglesa original incluso dice explícitamente “The Coming of the Post-industrial Society”17. Basándose en desarrollos que ya estaban teniendo lugar (crecimiento del sector servicios, importancia del conocimiento para la producción), Bell dibuja la “sociedad post-industrial” como el modelo futuro más probable. La “sociedad post-industrial” es una visión, una visión de aquello a lo que hay que aspirar.
No es necesario presentar aquí detalladamente a Bell. Esto ya se ha hecho repetidamente y se puede consultar sin dificultades. Baste aquí con repetir brevemente las dimensiones más importantes de las “sociedades post-industriales” sobre las que construye su argumentación. Bell constata:
1) Dentro del sector terciario se produce un desplazamiento desde los proveedores de servicios “más bajos” (transporte) hacia los más altos (salud, educación/formación, investigación y administración).
2) El trabajo semi-cualificado pierde significación en favor del trabajo de oficina, las tareas de formación y administración, en favor de actividades profesionalizadas.
3) A causa de la necesidad de planificar, el progreso depende del trabajo teórico en las universidades, las organizaciones de investigación y los institutos científicos.
4) El progreso del cambio tecnológico puede ser planificado de manera consciente, el futuro económico puede autodeterminarse. 5) Una tecnología intelectual nueva (autómatas, programas informáticos, formulas estadística y matemáticas) ofrece reglas para solucionar los problemas.
Todavía sin emplear esa terminología, los puntos 1, 2 y 5 describen el saber como la fuerza productiva más importante del futuro. Con los supuestos implícitos en los puntos 4 y 5 es posible especificar el tipo de saber al que se hace referencia. Los científicos naturales y los ingenieros ocupan una posición clave en la visión de Bell. Los puntos 3, 4, y 5 delatan claramente la mentalidad del momento: un entusiasmo por la planificación y una creencia en el progreso como solo era posible todavía en los años 1970. Vinculado a esto se produce una desvalorización del saber experiencial. El concepto de saber que es apreciado en ambas “sociedades del cono-cimiento” se limita a una parcela del saber disponible en la sociedad. La valoración de la ciencia, o más exactamente del saber teórico, sin embargo, merece una puntualización particular: aquí se defiende una investigación autónoma. Esto es política del estrato social con formación contra la clase dominante, que no entiende del asunto y por la que ese estrato no quiere dejarse comandar. Solo la capacidad de abstracción de los científicos y los técnicos hace posible la planificación consciente del progreso mediante la técnica. Ni el capital ni el trabajo están en condiciones de realizarlo. ¿Y los científicos sociales? Ellos son los planificadores y los administradores, los que anticipan y ordenan los desarrollos futuros.18 Ciertamente esto no se dice explícitamente, pero se corresponde con la autocomprensión que se expresa en las planificaciones de los estudios de ciencias sociales, así como en la actitud que el libro Bell sugiere.
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18 En el contexto de una reforma de la administración estatal considerada necesaria, se afirma: “En relación con la función analítico-coordinadora de carácter generalista hay que garantizar un suministro suficiente de personal en esa dirección, de modo que se creen carreras formativas que combinen una orientación hacia funciones transversales —es decir, adaptadas a las condiciones organizativas, planificadoras y jurídicas de la administración política— con una comprensión profundizada sobre todo de los problemas de las ciencias económicas y sociales.” (Günther SCHMID y Hubert TREIBER, Bürokratie und Politik. Zur Struktur und Funktion der Ministerialbürokratie in der Bundesrepublik Deutschland. München: Fink, 1975, pág. 99). Aquí se habla en favor de preparar a los científicos sociales para el servicio estatal.
19 Cfr. la introducción y las contribuciones propias de Lucian Kern (ed.), Probleme der postindustriel-len Gesellschaft, op. cit.
20 Cfr. Jürgen FRANK, “Die postindustrielle Gesellschaft und ihre Theoretiker”: Leviathan, 1973, págs. 383-407. Para una crítica posterior cfr. Egon BECKER, “Die postindustrielle Wissensgesell-schaft — ein moderner Mythos?”: Zeitschrift für kritische Theorie, 12/2001, págs. 85-106. También se encuentra una crítica y una descripción en Jürgen RITSERT, Gesellschaft. Einführung in die Grund-begriffe der Soziologie. Frankfurt/M: Campus, 1988, págs. 274-292.
21 Alvin W. GOULDNER, The Future of Intellectuals, op. cit.
22 Para una presentación detallada de los presupuestos centrales y una crítica de los mismos, cfr. Jürgen RITSERT, op. cit., págs. 292-304.
23 Heinrich POPITZ, Hans Paul BAHRDT et. al. (Technik und Industriearbeit. Soziologische Untersuchun-gen in der Hüttenindustrie, Tübingen: Mohr, 1957) describen la “inteligencia técnica” como “especificación de algunas formas de pensamiento con las que el sano sentido común suele orientarse en el mundo”. Esa especificación se aproxima en parte al pensamiento de las ciencias naturales, por ejemplo, en los ingenieros industriales. Por el contrario, para los trabajadores industriales la especificación del sano sentido común se ha convertido en parte de la rutina en el trato con las máquinas. Sin embargo, frecuentemente resulta necesario que se manifieste en un acto mental explícito: pensamiento causal, facultad de abstracción (de la finalidad de la máquina) y elaboración de hipótesis son competencias que pueden ser necesarias en la regulación, control y reparación de una máquina, competencias “que un ser humano inteligente extraerá de determinadas experiencias de trabajo” (ibídem, pág. 203-206). En relación con la “sociedad del conocimiento I” resulta interesante que se subrayen y aprecien las coincidencias en la pericia de los trabajadores especializados, los técnicos y los ingenieros (con una deriva fluida hacia el pensamiento científico natural).
Bell tuvo en Alemania una recepción ya antes de que se tradujera su libro. Se trataba de dar carta de ciudadanía al debate en este país19, pero también de realizar una fuerte crítica desde la perspectiva de una teoría de clases20. Bell, por su parte, diferencia explícitamente la “sociedad post-industrial” de la sociedad de clases. Esto es trivial, pero conviene mencionarlo, porque Alwin W. Gouldner21 desarrolla un concepto de sociedad del conocimiento en el que no se renuncia a las clases, sino que se amplían: Los intelectuales y los técnicos formarían una tercera clase. Lo interesante ahora ya no es la propiedad privada, sino el control de los medios de producción. Esto, según Gouldner, diferencia a los intelectuales respecto a la “antigua clase propietaria” y al proletariado. Los describe como el posible “sujeto revolucionario”22.
Esta primera sociedad del conocimiento estadounidense se sitúa en la tradición de la ilustración anglosajona: atolondrada ejecución pragmática de proyectos, a la que se le presupone un carácter progresista y una controlabilidad. Además se trata de una política que se dirige en primera línea contra el capital, en Bell sólo sugerida como autonomía, en Gouldner desplegada como teoría de la liberación. El pacto entre los intelectuales (técnicos) y los trabajadores bien formados23, tal como es descrito en la “sociedad del conocimiento I”, no significa que en el Fordismo no se haya producido también y sobre todo una descualificación del trabajo vivo, “cualificación” que se transfirió a las máquinas: “Una máquina sin vida es espíritu coagulado”24. Pero Horst Kern y Michael Schumann indican expresamente en su investigación sobre la “conciencia de los trabajadores” que no existe una valoración homogénea del proceso: “La complejidad técnica de las instalaciones de producción fuerza una polarización entre los cuadros de empleados formados técnicamente y unos obreros a los que se les encarga exclusivamente unas faenas escasamente cualificadas y que actúan como tapa-agujeros de las deficiencias todavía existentes en un sistema de procesos de producción automatizados. Claro que una polarización de este tipo no se da para los encuestados sólo entre trabajadores y empleados, sino que significa en algunos también una división dentro de los obreros mismos. Criterios como ‘menor edad’, ‘inteligencia y receptividad’ y, sobre todo, ‘formación adecuada’ (profesiones de técnico especialista) se consideran condiciones de partida importantes para poder participar de manera positiva en esta evolución.”25
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24 Max WEBER, Wissenschaft und Gesellschaft: Gundriss der verstehenden Soziologie, Tübingen: Mohr, 1922, pág. 835.
25 Horst KERN y Michael SCHUMANN, Industriearbeit und Arbeiterbewusstsein. Eine empirische Untersu-chung über den Einfluss der aktuellen technischen Entwicklung auf die industrielle Arbeit und Arbeiterbewusst-sein, Frankfurt/M: Europäische Verlaganstalt, 1970, pág. 250.
26 Ibidem, págs. 253s.
Este estudio demuestra de manera gráfica que en la “sociedad del conocimiento I” los mismos miembros de la clase trabajadora tematizan una división dentro de ella y que esa división es reflejada en la teoría por los científicos. Mientras que unos temen ser desplazados a una “posición de marginalidad social”, otros juzgan la evolución técnica de manera positiva, porque también a los trabajadores “se les exigen importantes cualificaciones intelectuales, “mentales”, que solo se pueden adquirir por medio de una formación teórica”26. Los trabajadores son preguntados en su condición de competentes expertos en sus propias experiencias; sus presuntos juicios sobre la “evolución de la situación social de los trabajadores” están referidos a su propia experiencia. Por eso no sorprende que las posiciones extremas que se citan solo correspondan a una minoría, mientras que el grueso de los trabajadores se mantiene inseguro sobre si dar más importancia a los efectos positivos del desarrollo técnico o a los negativos. Los trabajadores privilegiados celebran la automatización como un progreso. Según los resultados de las autopercepciones, para los trabajadores bien formados se mejoran las posibilidades de participar en la sociedad. Esto es, al mismo tiempo, el proyecto político y social tal como se expresa en las teorías de la “sociedad del conocimiento I”.
Que el trabajo manual en su conjunto pierda valor y el estrato social con formación busque alcanzar posiciones de poder, esto tiene lugar más tarde en la “sociedad del conocimiento II”, que ya no es deseada ni impulsada por nadie, y con ello adelantamos otra diferencia. Es imposible sustraerse a la sociedad del conocimiento actual, pero el estrato social con formación puede llegar a un compromiso con la nueva situación que resulta ventajoso para ella.
3.2 Primera contraprueba: hacer entrar en propia razón a los dominadores.
Ya desde el comienzo de los años 1960 existe un debate en la República Federal de Alemania sobre la “catástrofe educativa”. “La catástrofe de la educación alemana”27 fue una llamada a la política para potenciar las universidades, especialmente la formación del profesorado. El argumento de Georg Picht era que el bienestar de una sociedad depende de su nivel de formación: en el mundo moderno la competitividad de la economía, el nivel del producto social y la posición política son dependientes del potencial intelectual28. Como sabemos entretanto, la ofensiva educativa de los años 1960 puede ser descrita como una extracción de todos los recursos de talento disponibles. Formulado en términos políticos, el argumento más importante es que la formación es una condición necesaria para la democracia. Esto resulta altamente plausible si se considera como un desmarcarse del anti-intelectualismo de los nazis, que seguía teniendo sus efectos en la miseria educativa alemana. La formación y el “atreverse a más democracia” forman una unidad. Todo esto hay que planificarlo, no puede abandonarse al mercado. “Planificación educativa no es un eslogan”, se titula uno de los artículos; el autor diseña “programas de emergencia” educativos y los aporta al proceso político.
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27 Georg PICHT, Die deutsche Bildungskatastrophe, Olten/Freiburg i.Br.: Walter-Verlag, 1964 (cit. según la edición de bolsillo München: dtv, 1965). Respecto a la crítica conservadora, cfr. Hans MAIER y Michael ZÖLLER (eds.), Die andere Bildungskatastrophe. Hochschulgesetze statt Hochschulreform, Köln: Markus Verlag.
28 Ibidem, pág. 17.
En ese contexto resulta interesante en relación con este debate —una preparación de lo que posteriormente se vive como expansión educativa y se describe como sociedad post-industrial— que aquí se exige ampliar la enseñanza y planificarla burocráticamente. En la sociedad del conocimiento actual, por el contrario, predomina una reforma universitaria cuya meta son las formaciones rentabilizables. Ahora la burocracia impide la “modernidad”. El foco no se pone en estos días en la enseñanza sino en el asesoramiento, en un saber mercantilizado o sometido a la forma de la mercancía. Ya no se trata en absoluto de potenciar las universidades, al contrario, el núcleo de las reformas es un programa de ahorro; en todo caso se trata de una modernización como adaptación a cualificaciones que son demandadas por la economía. Si hay que elevar el número de estudiantes (pero no el de los enseñantes; para una ampliación de todos los demás recursos tampoco hay dinero), con ello no es que se trate de aumentar el producto interior bruto, sino solo de no sucumbir a la competencia internacional: en la comparación internacional la cuota de académicos en Alemania sería muy reducida, se comenta. Resulta ciertamente cuestionable que la “reforma universitaria neoliberal”, con el acortamiento de los años de estudio y la duplicación de los grados en diplomas para la masa y másteres (previsiblemente caros) para una pequeña élite, sea apropiada para elevar el “nivel educativo”.
El debate tenido en su momento sobre la “catástrofe educativa” representa una variante interesante en relación con la dimensión de la confrontación de clases. Mientras que el estrato social con formación era relativamente pequeño (especialmente en los años 1960 en Alemania, tal como demuestra Picht en una comparativa internacional), no se exterioriza de modo autoconsciente frente al capital el dato de que se controlan los medios de producción. Más bien se apela a los intereses del capital, cuando se llama la atención de la política para que fuerce una expansión educativa. Hacer entrar en propia razón a los dominadores, en esto consiste la meta de esta estrategia reformista, y esto en una situación en la que los dominadores no temen a los formados y tampoco son dependientes de ellos.
3.3. Segunda contra-prueba: sobre el análisis de la dominación en sociedades postindustriales.
Alain Touraine comparte los hallazgos más importes que caracterizan a las sociedades post-industriales. También parte de que en ellas el crecimiento depende del conocimiento de manera más directa que en las sociedades industriales, esto es, de la capacidad de una sociedad parar generar creatividad29; que el principio de pertenencia a la antigua clase dominante era la propiedad, mientras que la nueva clase dominante se define en primera línea por el conocimiento y es la que lo administra.30 También parte de que la sociedad se está transformando cada vez más en una sociedad de servicios y que la información y el acceso a ella juegan un papel central31. Más importantes que los factores de producción tradicionales —capital, trabajo y tierra— serían la productividad, la eficiencia, la racionalidad de la política educativa, la organización de las comunicaciones y los sistemas de autoridad en las grandes organizaciones.
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29 Alain TOURAINE, La société post-industrielle, op. cit., pág. 19.
30 Ibidem, pág. 57 y 66.
31 Ibidem, págs. 67s.
32 Ibidem, pág. 7.
33 Ibidem, pág. 10.
Pero el análisis de Touraine sólo comparte con el pragmatismo liberal de Bell el título y éste tiene el carácter de una solución improvisada. Tan solo ha de señalar la (corta) distancia respecto a las sociedades industriales. Nos dice:
“Se las denominará sociedades tecnocráticas, si ha de dársele el nombre del poder que las domina. Se las denominará sociedades programadas, si se intenta definirlas ante todo por la naturaleza de su modo de producción y su organización económica. Este último término me parece el más aprovechable, porque indica de manera más directa la naturaleza del trabajo y de la actividad económica.”32
No resulta fácil captar lo que Touraine entiende por “sociedades programadas”. Quizás se podría traducir ese concepto con “integración coactiva”. Se trata de una sociedad que dispone de “nosotros” no sólo como fuerza de trabajo, sino de todos los ámbitos de la vida social. Él nombra educación, consumo e información33. Del mismo modo que Bell, también la crítica de Touraine está referida todavía a la socialización fordista. Al contrario de Bell, él describe la formación y la educación como mecanismos de dominación. La clase dominante ya no es definida por su relación con la propiedad, sino por “la dependencia de los mecanismos de cambio dirigido, esto es, de los instrumentos de integración social y cultural”34. Y se trata de una sociedad en la que los planificaciones poseen el poder: “En la sociedad programada los que dirigen son […] los organizadores de la producción y no defienden tanto privilegios personales, cuanto el poder del aparato”35.
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34 Ibidem, pág. 60.
35 Ibidem, pág. 80.
36 Ibidem, pág. 61.
37 Ibidem, pág. 55.
38 Ibidem, págs. 64ss.
39 Ibidem, pág. 68.
40 Ibidem, pág. 78.
A Touraine le interesa la dominación y las luchas sociales vinculadas con ella en las sociedades post-industriales. Tecnocracia y Burocracia son las formas de dominación que han ganado en significación. Se trata de formas de dominación abstractas: “En el plano de la organización económica la opacidad se llama burocracia”36. A los tecnócratas que controlan la planificación social del crecimiento, les dice:
“Su ideología es el servicio al Estado, al partido en el poder, a la economía; su moral es la de la despersonalización; su acción consiste más bien en manipulación que en dominación.”37 Opacidad e despersonalización son resaltadas como las nuevas formas de dominación. Finalmente los tecnicistas (ingenieros, departamentos de investigación y laboratorios) son los que aceleran la obsolescencia de las técnicas comunes y con ello la obsolescencia de las cualificaciones de los trabajadores hasta ahora bien integrados, aunque también de los jóvenes que no disponen de la formación adecuada a las nuevas exigencias técnicas38.
Touraine describe la “alienación” como relación social central que sustituye a la “explotación”: “Lo que define la alienación es la falta de información, esto es, de participación en los sistemas de decisión y organización”39. En conformidad con esto, es “el estudio del control sobre las inversiones económicas y sociales lo que permite definir las fuerzas sociales existentes” y poder ubicar los nuevos movimientos sociales40. Touraine se opone a confundir transformaciones con progreso:
“Se trata más bien de saber bajo qué condiciones las transformaciones se convierten en un progreso; en qué medida los trabajadores o, en sentido amplio, los actores sociales participan en los cambios sociales y pueden controlarlos; hasta qué punto están en condiciones de defenderse de la arbitrariedad y de sustituir las supuestas exigencias de la racionalidad… por una confrontación abierta sobre los fines y medios del desarrollo. El objetivo principal de los movimientos sociales modernos es más el control de los cambios que la lucha contra el beneficio.”41
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41 Ibidem, pág. 79.
42 Ibidem, pág. 80.
Touraine argumenta desde la perspectiva de una teoría de la liberación y desde la crítica de la dominación: su “sociedad post-industrial” es una crítica de la meritocracia francesa, tal como muestra a través del ejemplo de la formación y el reclutamiento de los tecnócratas. Y es un adiós al movimiento obrero que se había formado como antítesis del capitalismo liberal42. Los nuevos movimientos sociales, especialmente el movimiento estudiantil, que da origen a la sociedad programada, luchan por una vida autodeterminada, por la autonomía (de las universidades). El análisis de las diferentes posiciones de poder social llevado a cabo por Touraine es también una búsqueda de contradicciones y posible resistencia. Su “sociedad post-industrial” es ante todo una crítica de la dominación tecno-burocrática. Lo que unos años después es diseñado por Bell como un proyecto optimista, ya lo había analizado Touraine como integración coactiva y política de intereses.
Su trabajo está situado en un contexto social y teórico distinto del diagnóstico de Bell. De un lado, un partido comunista fuerte en Francia que constituye el trasfondo experiencial para la reflexión sobre las luchas sociales y, de otro, una formación de élites tradicional que llama la atención sobre el hecho de que la formación es la condición para las posiciones de dominación.
Ambas tradiciones encierran también implicaciones sobre la relación entre ciencia y Estado. En contraposición a los EEUU, donde predomina una idea liberal de la economía —solo interrumpida brevemente por el New Deal—, en Europa y especialmente en Francia antes del neoliberalismo de los últimos 20 años predominaba un modelo que presuponía estrechas colaboraciones entre el Estado y la economía. No solo que Estado pusiera a disposición la infraestructura para el capital, la economía era planificada por el Estado. (Como es sabido, el neoliberalismo también presupone una política económica del Estado, pero esta sigue otra lógica. Se trata más bien de promover la seguridad de las inversiones. Es una política que tiene que someterse a los cálculos empresariales).
La primera sociedad del conocimiento, con su euforia planificadora o, como en el caso de Touraine, con su crítica de la tecnocracia, dicho sea aquí como una referencia cruzada, es el modelo de sociedad que se corresponde con el capitalismo de ejecutivos que se gesta en el Fordismo desarrollado. Con la crisis del Fordismo pierde su plausibilidad. La “sociedad del riesgo” de Beck, en cuanto teoría de esa transición, trata de la “no-planificabilidad” y del “no-saber”. Solo posteriormente en el capitalismo de consultoría surgen de nuevo evidencias para una sociedad del conocimiento, pero ya para una sociedad del conocimiento defensiva.
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