Fuente:  Constelaciones. Revista De Teoría Crítica, 6(6), 228-258 (2014). Recuperado a partir de http://constelaciones-rtc.net/article/view/868. Esta revista provee acceso libre inmediato a todo su contenido bajo el principio de que hacer disponible gratuitamente la investigación al publico apoya a un mayor intercambio de conocimiento global. De acuerdo con ello la revista se publica sin restricciones de acceso, permitiendo su uso y reproducción siempre que se reconozca la autoría del material, no se haga un uso comercial del mismo, se difunda bajo los mismos permisos y demás estipulaciones de la licencia de CREATIVE COMMONS 3.0.

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RESUMEN

Este artículo analiza dos momentos diferenciados de la “sociedad del conocimiento”, tanto en relación con cambios sociales reales, como en relación con su reflejo en la elaboración teórica que los acompaña. La crisis del Fordismo y el triunfo de las políticas neoliberales constituyen el telón de fondo de los dos modelos de “sociedad del conocimiento”. Aunque esos modelos se presentan como alternativa a la sociedad de clases, nuestro análisis pone de manifiesto que sus contradicciones perviven y siguen expresándose en la sociedad del conocimiento.

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Sociedad del Conocimiento: Sobre la Ambición del Estrato Social Dormado por las Posiciones de Poder
Christine Resch
 

(Traducción del alemán: José A. Zamora.)

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3.4 El estamento social con formación y su conciencia del riesgo.

En los años 80 se hace popular en Alemania (y con evidente retraso en los EEUU) otra forma de criticar a la sociedad industrial: la “sociedad de riesgo” de Ulrich Beck43. En la introducción “Dadas las circunstancias”, una percha actual, Beck se apropia la catástrofe nuclear de Chernóbil44 para hacer plausibles las experiencias a las que se refiere: Chernóbil como provisionalmente último y dramático ejemplo de los “peligros del era atómica” y de todos los demás “riesgos de la modernización”. Como se puede ver fácilmente y, entretanto, se ha criticado frecuentemente, “la destrucción del medioambiente” es el riesgo que Beck considera paradigmático: “La riqueza es jerárquica, la contaminación es democrática” es una fórmula pregnante con la que Beck da expresión a su modelo de sociedad. Los riesgos no conocen ni fronteras de clase ni fronteras estatales, tampoco los ricos y poderosos están seguros ante ellos. La sociedad del riesgo, es decir, una sociedad más allá de las clases y los estratos sociales, significa “individualización”. Pero las tesis centrales del libro son conocidas y no necesitan ser repetidas aquí.

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43 Ulrich BECK, Risikogesellschaft, op. cit.

44 La coincidencia fortuita de Chernóbil y la fecha de publicación del análisis de Beck debe haber contribuido a que el libro se volviera tan popular y Beck se convirtiera en un intelectual de la industria cultural.

45 Ulrich BECK, Risikogesellschaft, op. cit., pág. 31.

 

Menos conocido es lo que tiene que ver este diagnóstico social con la sociedad del conocimiento. Con casi veinte años de distancia es posible mostrar que la “sociedad del riesgo” no significa el final (provisional) de la sociedad del conocimiento, sino su prolongación y modificación, que ha mantenido su significación para la “segunda sociedad del conocimiento” tal como nos es explicada en la actualidad.

Ya en la afirmación dirigida contra los teóricos de la sociedad de clases —“En las posiciones de clase o de estrato social el ser determina la conciencia, mientras que en las posiciones de vulnerabilidad la conciencia determina el ser”45— se anuncia aquello que repetidamente es pormenorizado como “dependencia del conocimiento de los riesgos de la modernización”. Estos riesgos “invisibles” no serían experimentables, habría que creer en ellos y estarían mediados en principio de manera argumentativa. Se constituirían solo en el saber sobre ellos y estarían abiertos a procesos de definición46. En general, de lo que tampoco deja dudas Beck, los riesgos son un asunto en el que tienen intereses diferentes agrupaciones diferentes.

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46 Ibidem, pág. 30.

47 Ibidem, pág. 70.

48 Ibidem, pág. 31.

49 Ibidem, pág. 72.

 

Lo conciencia del riesgo y las opciones de acción vinculadas con ella socavan la distribución “democrática”. Conocimiento, acceso a las informaciones, competencias en el trato con expertos y contraexpertos influyen las posibilidades de reconocer las amenazas y, con ello, las posibilidades de esquivarlas o evitarlas. Como es sabido, se trata de capacidades y recursos que se encuentran y son accesibles más bien en el estrato social con formación: los alimentos ecológicos hay que poder permitírselos, como señala el propio Beck.

Si se lee la “sociedad del riesgo” como una prolongación de la “sociedad del conocimiento”, entonces se cae en la cuenta de una pieza central en la determinación de las “sociedades del conocimiento”: el no-saber y la política que es llevada a efecto con él, así como el aprovechamiento capitalista para el que resulta apropiado. La sociedad del conocimiento significa que los afectados pierden su “soberanía cognitiva”, son “dependientes del conocimiento ajeno”47. El potencial político de la sociedad del riesgo ha de ser desplegado y analizado en una sociología y en una teoría de la génesis y la divulgación del saber sobre los riesgos48. La sociología y la teoría de la sociedad del riesgo serían en su núcleo sociología del conocimiento (aunque no sociología de la ciencia), una sociología que toma en consideración todos los actores del conocimiento49, entre ellos, a nombrar por su significación extra, los periodistas.

Lo que queda formulado aquí es una crítica de las ciencias naturales que forman a las profesiones que controlan el saber sobre los riesgos (medioambientales) y al mismo tiempo los niegan y ocultan. Los científicos sociales, por el contrario, son caracterizados como intelectuales orgánicos del movimiento ecologista y como vanguardia política. La conciencia del riesgo ha surgido contra la permanente negación de las ciencias (naturales). Consecuentemente se subraya las competencias en el manejo del conocimiento que no se apoya en experiencias.

“Esto significa evidentemente también que los científicos sociales, en el despliegue de los riesgos de la modernización, dependen de forma no diferente a otros asimismo de la ‘no-experiencia de segunda mano’ controlada de manera ajena a lo profesional.”50

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50 Ibidem, pág. 112.

51 Ibidem, pág. 350.

 

Esto se puede ejemplificar en relación con Chérnobil: La radioactividad no se huele, no se oye y no se ve — por ello fue tan difícil seguir las recomendaciones de son salir al aire libre, mantener las ventanas cerradas e incluso, años más tarde, no comer determinados alimentos, p.ej. las setas, que no habían sido cultivados en invernaderos. Había que fiarse del conocimiento de expertos de confianza.

Se puede aportar otra evidencia para hacer plausible esta lectura de la sociedad del riesgo como sociedad del conocimiento:

“No es difícil predecir que en las confrontaciones futuras en las empresas esas luchas de poder en torno a la distribución y las claves de reparto de los flujos de información se convertirán en una fuente fundamental de conflicto. Esa significación se verá acentuada por el hecho de que tras la propiedad legal también comienza a diferenciarse la disposición fáctica sobre los medios de producción y el control sobre los procesos de producción comienza a depender fundamental-mente del delgado hilo de la disposición sobre informaciones y redes de información.”51

Aquí se recoge un motivo que ya habían introducido Bell y Gouldner: el estamento social con formación asume el control sobre los medios de producción. Pe-ro en contraposición a Gouldner esto ya no es formulado como lucha contra la clase dominante, sino más bien como lucha de competición interna. Cuando se habla de una “dialéctica de informe pericial y contra-informe”, entonces lo que se expresa en ella es un cambio en las condiciones de producción intelectual: nadie puede pretender ya representar la verdad. La expansión de la formación ha tenido éxito, la competencia entre fracciones de los individuos con formación se ha agudizado. La sociedad del riesgo de Beck es una teoría sobre las formas de vida de los individuos con formación que sufren por su inseguridad y porque no pueden reclamar para sí autoridad alguna.

Con la sociedad del riesgo la sociedad del conocimiento deja de ser un proyecto optimista. Más bien se subrayan los peligros que entraña la creciente productividad: la producción de riqueza va acompañada de la producción de riesgos. Beck es un teórico de la transición52 del Fordismo al Neoliberalismo: diagnostica una “pluralización de los mundos y las formas laborales”53, los productos en masa ya no satisfacen “la demanda refinada de los submercados disversificados”54. Las figuras atractivas ya no son los técnicos y los planificadores, sino los críticos de los expertos hegemónicos, los críticos de las ciencias naturales: el movimiento ecologista y su contra-expertos. Las ciencias sociales han perdido significación, la sociedad del riesgo es un intento de rehabilitarlos como “argumentadores” y de asegurarles una importante posición entre todos los demás expertos. Es posible hacer política y negocios con los riesgos y el no-saber. Beck, y esto conviene señalarlo aquí, es también el ideólogo ideal del asesoramiento. Dicho de la manera más simple, esto significa que dependemos de saber cosas que se sustraen a nuestra experiencia. Por eso, necesitamos de contra-expertos. Beck trabaja sobre nuestra conciencia de riesgo.

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52 Entre los teóricos de la transición también se cuenta a Peter GROSS (Die Multioptionsgesellschaft, Frankfurt/M: Suhkamp, 1994) y Gerhard SCHULZE (Erlebnisgesellschaft, op. cit.). Schulze se ocupa del “consumo sofisticado postfordista” y las correspondientes distinciones, Gross del sufrimiento a causa de las muchas libertades que produce el progreso con los correspondientes desarraigos de las tradiciones. Se trata de desarrollos de la tesis de la individualización de Beck. Es posible también movilizar la “nueva inaprensiblilidad” de Habermas, que habría que aclarar.

53 Ibidem, pág. 355.

54 Ibidem, pág. 353.

55 Los periodistas son una fracción propia de los trabajadores del conocimiento, de la que investigar las condiciones de trabajo sería muy revelador si se quiere saber qué tipo de praxis se correspone con la afirmación normativa del “saber como materia prima del futuro”. Oliver BRÜCHER (Autoritäres Programm in aufklärerischer Absicht. Wie Journalisten Kriminalität sehen, Münster: Westfälisches Dampfboot 2005) ha dado en clavo describiendo las condiciones de producción de los periodistas como “industria para impedir la reflexión”. Después de la lectura de este estudio no es posible estar de acuerdo con la fórmula, más invocada en repeticiones infinitas que adecuada a la realidad,  de la creciente significación del “capital humano” de cada individuo.

56 märkte + trens, nº 2, Julio 2004.

57 Ibidem, págs. 12s.

 

3.4. El estamento social con formación y los “de ahí abajo”

Cuando se observa el debate sobre la “segunda sociedad del conocimiento”, sobre la “sociedad del conocimiento” después de la “sociedad del riesgo”, llaman la atención algunos desplazamientos. Lo que en su momento, incluido Beck, se formulaba como pronóstico, se ha convertido entretanto casi exclusivamente en un diagnóstico. Vivimos en una sociedad del conocimiento, sólo muy raramente se dice que ella empieza a anunciarse, que va a llegar siempre se da por supuesto. Casi todas las fracciones de la clase formada —científicos sociales, periodistas (económicos) y economistas, políticos, consultores— están de acuerdo en ello. Este modelo de sociedad se ha hecho popular. El término se emplea con toda naturalidad en gacetas, periódicos serios y revistas55 y en folletos publicitarios. Lo podemos mostrar por medio de un folleto del Deutsche Bank56. Ahí se dice bajo el título “Vuelta a la cima”:

“En lugar de los debates interminables sobre las reformas, la imputación de culpas y el bloqueo mutuo, tendríamos que confrontarnos de manera constructiva con la renovación necesaria de la economía y la sociedad. Lo que cuenta en primer lugar es la ‘formación’. Pues el futuro de nuestro país depende decisivamente de si conseguimos volver a colocarnos como emplazamiento del saber a la cabeza en una comparativa internacional, y si lo conseguimos bien. […] La formación es la materia prima para nuestro futuro. Ciertamente que son necesarias reformas y renovaciones en muchos puntos y en muchos ámbitos. Pero en ninguna otra parte es tan directa y, al mismo tiempo, perdurable la relación causa-efecto entre inversión y rendimiento. … Cada individuo debe concebir la formación como una inversión en el futuro y los cambios como una oportunidad. También los empresarios deben contemplar a sus empleados más intensamente como parte del patrimonio empresarial. … Pues no sólo vale para una sociedad o una nación que ‘una inversión en conocimiento todavía sigue produciendo los mejores intereses, sino que también vale para cada individuo y cada empresa.”57

En esta sátira real se revela que no estamos ante un debate académico sobre la descripción adecuada de la socialización, sino más bien ante un dato que no podemos cambiar, al que tenemos que adaptarnos, sino queremos perder tanto individualmente como en cuanto “emplazamiento económico Alemania”, en cuanto emplazamiento del conocimiento. La sociedad del conocimiento se ha convertido en una coacción objetiva y en algo que damos por sentado. Se naturaliza el Neoliberalismo. Los actores que lo hacen funcionar y sus intereses se convierten en “revoluciones” que simplemente tienen lugar.

Casi no es necesario fundamentar que entretanto vivimos en una sociedad del conocimiento. Consiguientemente son muchos y muy variados los protagonistas que defienden este modelo de sociedad. Ya la “primera sociedad del conocimiento” tenía defensores poderosos más allá de las universidades, nombremos por ejemplo a Peter Drucker58, pero es ahora con la “sociedad del conocimiento” actual cuando esta se ha vuelto popular e incuestionable. Tampoco se puede decir que sea una invención de las ciencias sociales. El “capital humano” se descubrió en las ciencias económicas como recurso y fuerza productiva.

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58 Jack BEATTY (The World According to Drucker. The Life und Work of the World’s Greatest Management Thinker, London: Orion Business Books, 1998) ofrece una visión de las invenciones y del influjo de este gran padre de la asesoría de directivos de empresa.

59 Sobre la ascensión y la caída de la New Economy, cfr. el análisis detallado de John CASSIDY, Dot.con. The Real Story of why the Internet Bubble Burst, Harmondsworth: Penguin Books, 2002. Bajo el epígrafe de “popular capitalism” puede leerse cómo en los años 1980 se lanzó una propaganda destinada a que también la “gente sencilla” comprara acciones. Cassidy cuenta la historia de la New Economy desde el final de la guerra fría hasta el “crash” del Nasdaq en abril de 2000 pasando por el momento de gran auge a mitad de los años 1990.   

60 Helmut WILLKE, Systemisches Wissensmanagement, Stuttgart: UTB, 1998, pág. 373.    

 

 En el momento culminante de la New Economy59 la sociedad del conocimiento experimento un renacer. El conocimiento se identificó con Intenet, esa “mega-máquina conocimiento”; la sociedad del conocimiento fue interpretada como la sociedad del saber disponible en cualquier momento y lugar por medio de pulsar el ratón. A esto se unen los e-mails como nuevas e ilimitadas posibilidades de comunicación. De nuevo la euforia resultaba posible. No se quería reflexionar demasiado sobre quiénes podían disfrutar de esas posibilidades y sobre qué tipo de saber era obtenible así. La red: esto era democracia. Se celebraba la nueva tecnología. A los países en desarrollo se los percibía como “perdedores” que no tienen otra cosa que ofrecer más que materias primas. Surgieron nuevas profesiones fascinantes: informáticos y diseñadores de Webs, que podían realizar carreras no convencionales y fulgurantes. Todos empezamos a trabajar más y más con los PCs, realizábamos nuestras gestiones bancarias y comprábamos con ellos. Pronto se conectaron las cadenas de estéreo, los televisores y los ordenadores, y los electrodomésticos —frigorífico, microondas y calefacción— se manejaban de manera digital. La vieja economía se acercaba a su final; la nueva es virtual, como las relaciones mismas. Helmut Willke lo describe así:  

“¿Dónde está el lugar de una familia, si los padres trabajan en diferentes ciudades, los hijos van a diferentes colegios de jornada completa, la comunicación con los amigos se realiza por medio del teléfono y los viajes y esa configuración cambia cada par de años?”60

No es necesario mencionar que esta descripción solo sirve para determinados grupos de individuos con formación. En lo “más alto” las esposas (con criados) dirigen las tareas domésticas locales61, también entre los que se tienen que desplazar-se diariamente por motivos de trabajo entre los asalariados es así; asimismo en el estamento social con formación constituye más bien una excepción el estilo de vida global, y solo en determinados tramos de la vida. Se deja fuera de consideración el trabajo manual, mientras que son los malabaristas de las finanzas y los analistas de la bolsa, que hacen dinero rápido, los que concitan el interés. En el sector del entretenimiento los programas concurso experimentan un enorme auge: en ellos se (re)produce la actitud de que “la riqueza se genera por medio de los juegos de azar”. Todo esto tiene que ver con el capitalismo de casino —y con dinero virtual, se podría añadir.

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61 En la clase dominante sigue existiendo consiguientemente la familia burguesa —una esposa que asume los trabajos reproductivos y mujeres de carrera que no se casan y ni tienen hijos o sufren una “doble carga”, porque sus esposos no son “amos de casa”. Sobre los estilos de vida de las esposas en el clase dominante, Cfr. Tomke BÖHNISCH, Gattinnen. Die Frauen der Elite. Münster: Westfälisches Dampfboot, 1999.

62 Florian RÖTZER, Megamaschine Wissen. Vision: Überleben im Netz, Frankfurt/M: Campus, 1999.

63 Ibidem, pág. 125. 64 Ibidem, pág. 125.

 

Entretanto los defensores mismos de esta bella nueva economía revisan lo que aquí tan solo hemos ligeramente caricaturizado. Se trata de una crítica (con retraso) de la propia fantasía, que no era más que un sueño de suspender la competitividad. Florian Rötzer recuerda esos “viejos tiempos”:

“No dominaba la economía de la atención, de los portales y de la coacción a trabajar on-line para no quedar descolgado de la evolución, sino que se trabajaba más bien como una comunidad confabulada pero libre en un proyecto interesante. Había ayuda mutua, se intercambian informaciones y se seguía una economía más bien del don que de vender y comprar.”62

Habría que restablecer este estado de cosas, pero esto son pretensiones normativas:

“Los estados que son líderes en la sociedad del conocimiento no van a limitar el copyright y los procedimientos de patentes aunque solo sea por razones de competitividad, para así ampliar el bien universal del conocimiento y el derecho de acceso a las informaciones.”63

“La idea o el ideal de la ciencia como ejemplo para el saber universal parte de que el conocimiento es accesible por principio a cualquiera, puede ser examinado para controlar los fallos y ser perfeccionado.”64

Estas revisiones del optimismo inicial llaman la atención sobre algunos presupuestos fundamentales. Incluso aunque lo que se concibe como conocimiento sea fundamentalmente Internet, no deja de saltar a la vista la propiedad privada del co-nocimiento65. Pero al mismo tiempo se da por sentado que la sociedad del cono-cimiento significa que a ser posible todos han de saber todo. En contraposición a la “primera sociedad del conocimiento”, esto ya no se conecta con el progreso. La “segunda sociedad del conocimiento” se ha vuelto defensiva. Se trata de sobrevivir en la competitividad. El saber como factor de competitividad, como un bien que ha de ser gestionado con destreza en las empresas —bajo el lema “organización que aprende”— y como “capital humano” individual.

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65 Sobre “conocimiento como mercancía”, cfr. Joachim HIRSCH, “Wissen und Nichtwissen: Anmer-kungen zur Wissensgesellschaft”, en Olivier Brüchert y Christine Resch (eds.), Zwischen Herrschaft und Befreiung. Kulturelle, politische und wissenschaftliche Strategien, Münster: Westfälisches Dampfboot, 2002, págs. 43-54 y André GORZ, “Welches Wissen? Welche Gesellschaft?”, en Heinrich Böll Stiftung (ed.), Gut zu wissen. Links zur Wissensgesellschaft. Münscher: Westfälisches Dampfboot, 2002, págs. 14-35.

66 Peter GLOTZ, Die beschleunigte Gesellschaft. Kulturkämpfe im digitalen Kapitalismus, München: Kindler, 1999.

67 Erwin TEUFEL (ed.), Von der Risikogesellschaft zur Chancengesellschaft, Frankfurt/M: Suhrkamp, 2001.

68 HEINRICH BÖLL STIFTUNG (ed.), Gut zu wissen, op. cit.

 

Esta forma de concebir la sociedad del conocimiento es al mismo tiempo una prolongación de la sociedad del consumo y las experiencias. Uno de sus supuestos es la eliminación de los límites entre el trabajo y el tiempo libre. El conjunto de la vida se desarrolla ante la pantalla. Independientemente de lo que se piense sobre este panorama, resulta evidente de quién es la forma de vida y la vida perdida que se generaliza aquí en una teoría de la sociedad: la vida del escritor que envidian los jóvenes que han conseguido capital de riesgo. Otras clases, formas de trabajo o modos de vida no aparecen. Se escribe sobre lo fascinante. Esto cambiaría después del colapso de la New Economy.

La fracción política, Peter Glotz66, Erwin Teufel67 y la Heinrich Böll Stiftung68, que representa la posición de los Verdes, concibe una sociedad del conocimiento después de la sociedad del riesgo y pregunta por las oportunidades que ofrece. Todos comparten la valoración de que la sociedad del conocimiento es algo que pro-piamente nos sobrepasa: una sociedad acelerada en la que muchos no puede seguir el ritmo, una sociedad en la que los riesgos aumentan simultáneamente con el conocimiento. Entre los defensores de este diagnóstico en la política existe un decidido interés por describir la sociedad del conocimiento como ineludible e inevitable. Solo entonces resulta adecuado este diagnóstico como legitimación para la política. El margen de acción política que se constata está restringido de entrada a ese estado de cosas. La única pregunta es cómo es posible configurar la “sociedad del conocimiento” y qué “sacrificios” hay que realizar para ello.

En estos escritos políticos (como también en parte de los análisis científicos) se elabora un vocabulario para la exclusión social: “los superfluos” y los “desaceleradores” (como los nombra Glotz), que no contribuyen nada a la riqueza de una sociedad, que “no están cualificados” (como lo expresa Willke) y a los que se puede dejar atrás69. Este diagnóstico se usa también para propagar reformas educativas y de política social, que imponen la moral neoliberal del trabajo y el flexible empresario de la propia fuerza de trabajo70.

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69 Sobre exclusión social en la sociedad del conocimiento, cfr. Heinz STEINERT, “Die Diagnostik der Überflüssigen”: Mittelweg 36, 5/2000, págs. 9-17; “Die beschleunigte Gesellschaftsdiagnose: Skepti-sche Anmerkungen zu Peter Glotz”: Wespennest 121, págs. 6-14.

70 Cfr. Günter G. VOß y Hans J. PONGRATZ, “Der Arbeitskraftunternehmer. Eine neue Gundform der Ware Arbeitskraft?”: Kölner Zeitschrift fur Soziologie und Socialpsychologie, Vol. 50, 1998, págs. 131-158; Arbeitskraftunternehmer: Erwebsorientierungen in entgrenzten Arbeitsformen. Berlin: edition sigma, 2003. Este concepto es reseñable entre otras cosas porque los autores investigan a gente que perte-necen a las plantillas de las empresas. De este modo no están representados todos aquellos que se ven obligados a empresarizar su fuerza de trabajo (“Yo, S.A.”) y aquellos que lo eligen libremente porque para ellos está asociado con una obtención de autonomía. En analogía con los gerentes considerados como “empresarios internos”, Pongratz y Voß se ocupan del “empresario de la propia fuerza de trabajo interno”, que es un caso especial de la empreserización de la fuerza de trabajo. Además, la plantilla interna no tiene que ser transformada en “empresarios de su propia fuerza de trabajo” —es suficiente con que los nuevos contratos se rijan por ese modelo. La cuestión se resuelve por sí misma con el tiempo, si el modelo sigue siendo atractivo para el empresario. Quizás se trate de una propuesta de mediación con la que podrían ser analizados de manera nueva algunos debates en torno a este concepto en la sociología industrial. Sobre el empresario de propia fuerza de trabajo y sobre la crítica de que la política social siga todavía orientada al “trabajador-funcionario”, cfr. Heinz STEINERT, “Partizipation and Social Exclusion: A Conceptual Framewirk”, en Heinz Steinert y Arno Pilgram (eds.), Welfare Policy from Below Struggels Against Social Exclusion in Europe, Aldershot, Hampshire: Ashgate, 2003, págs. 45-59; “Über die hilflose Verteidigung des Sozialstaats, wie er war, und die Notwendigkeit einer sozialen Infrastruktur, die von Lohnarbeit unabhängig ist”: www.links-netz.de, 2004.

Lo que hasta ahora solo ha sido insinuado, quiero desarrollarlo por medio de los análisis de las ciencias sociales sobre la sociedad del conocimiento. Esta es una iniciativa del estamento social con formación que formula así sus pretensiones de hegemonía. Mientras que en la “primera sociedad del conocimiento” ese estamento se solidarizó con los trabajadores bien formados contra el capital, en la actual sociedad del conocimiento ocurre algo bien distinto. Lo que se pretende es mostrarse atractivo para el capital o, en todo caso, indispensable. El supuesto es que el capital ya no se puede buscar trabajo en las condiciones que desea, sino que es más bien el trabajador del conocimiento el que se busca capital para sus ideas y proyectos.71 Esto es lo que se escribía en 1998, cuando había capital riesgo de sobra. Al trabajo manual se le quita valor:

71 Helmut WILLKE, Systemisches Wissensmanagement, op. cit., pág. 365.

72 Ibidem, pág. 363.

73 Ibidem, pág. 363.

 

“Con la presión del soporte en el conocimiento y la globalización el mercado de trabajo se escinde en tres grandes segmentos de cualificación, sometidos a reglas muy diferentes. El segmento más bajo de en torno al 20% de los trabajadores no o muy poco cualificados o cualificables carece de perspectiva. Con la clara formación de la sociedad del conocimiento cada vez estará menos en condiciones de sostenerse a sí mismo por medio del trabajo y caerá por debajo del límite de la pobreza y/o dependerá de trasferencias de ingresos complementarios.”72

No se puede hacer ningún pacto con los trabajadores manuales, los asalariados poco cualificados. Serán pobres y se convertirán en una carga para “nuestros” bolsillos, los del segmento intermedio (trabajadores especializados, graduados de escuelas técnicas superiores y directivos intermedios) y del segmento superior (identifica-dores y solucionadores de problemas así como mediadores estratégicos; Glotz toma de Robert Reich la denominación de “analítico de símbolos” para este grupo). Pero esa carga ya no vamos a poder permitírnosla. Incluso Willke usa esta valoración, como los políticos, para forzar el proyecto neoliberal:

“En la medida en que los asalariados con rentas más altas busquen cada vez más refugio en formas privadas de aseguramiento y en la medida en que los nuevos autónomos sea forzados a ello, tanto más precaria se volverá la situación de los sistemas de seguridad social, que se quedarán con las contribuciones más bajas para afrontar las demandas más elevadas. Esto podría conducir a que muy pronto no quede otra alternativa que trasladar la mayor parte de los sistemas de seguridad social tradicionales, sobre todos de salud, desempleo, asistencia y vejez, a sistemas de previsión privados y limitar el ámbito de la seguridad social a un determinado nivel de aseguramiento básico. Esto suena inaceptable para los oídos de los europeos continentales actuales después de cien años de Estado Social. Pero al resto del mundo probablemente poco le va a impresionar esta nostalgia, y utilizará sus ventajas comparativas en la competencia global de las economías y los regímenes de regulación.”73 Aquí se ofrecen argumentos a la política, el “análisis” está escrito desde la perspectiva del asesor político. Las consignas “globalización” y también “sociedad del conocimiento” se emplearon políticamente para fortalecer cada vez más los intereses del capital, mientras que a las ciudadanas y ciudadanos se les exige renuncias en favor de la generalidad. Nada de se dice de los operadores de esa política neoliberal, sus intereses quedan naturalizados. Las ciencias sociales colaboran en esta producción de ideología.

Con los políticos también los científicos sociales ha abandonado su responsabilidad por el bien común. El punto de fuga de sus esfuerzos y de su crítica no es la emancipación social. Nico Stehr74, que después de todo plantea la cuestión de una posible emancipación y en general dibuja una imagen claramente más positiva de las sociedades el conocimiento, que representan un progreso —un índice de que al otro lado del Atlántico el diagnóstico “sociedad del conocimiento” no se vio interrumpido por la “sociedad del riesgo”—, aunque afirma que el conocimiento amplía las opciones de acción (¿de todos?), que no fija de modo estructural la desigualdad social, sino que es pactada dependiendo de las situaciones y, con ello, de manera flexible, sin embargo llega la siguiente conclusión:

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74 Nico STEHR, Arbeit, Eigentum und Wissen. Zur Theorie der Wissensgesellschaften. Frankfurt/M: Suhr-kamp 1994.

75 Ibidem, pág. 524.

 

“Pero la transición de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento trae consigo enormes problemas. La probabilidad de que el crecimiento económico vaya de la mano en el futuro de la pérdida del pleno empleo es uno de los rasgos de un sistema económico en el que el conocimiento se convierte en la fuente más importante del incremento del valor y resulta posible una producción más elevada con un menor empleo del trabajo. Tan pronto como la parte de los gastos del Estado respecto al producto social bruto de un país superen, por ejemplo, la marca del 50%, no parece que exista ya ningún margen para una expansión adicional de las actividades del Estado. Una expansión de este tipo conduciría no solo a una disminución creciente de los rendimientos esperados, sino que dificultaría finalmente también aquellas fuentes de expansión económica que sustituyen las fuerzas productivas dominantes en la sociedad industrial.”75

La tragedia de la evolución, se sugiere aquí, es que así a los individuos formados se les sustraen los recursos estatales para producción del conocimiento. Lo que pase con los desempleados, cómo ha de posibilitárseles una completa participación en la sociedad, carece de interés. Progreso y civilización ya no se caracterizan porque se posibilite a todos una vida mejor. Civilización es una lucha de fracciones dentro del estamento con formación, la cuestión de quién tiene debe tener el poder. Esto se dice explícitamente en un nuevo trabajo de Helmut Willke:

“Después de todo, se podría considera una pequeña etapa en el proceso de civilización cuando detrás del influjo superior ya no se encuentra solo el poder, sino que progresivamente en un papel fundamental también está el conocimiento.”76

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76 Helmut WILLKE, Heretotopia. Studien zur Krisis der Ordnung moderner Gesellschaften, Frankfurt/M: Suhrkamp 2003, pág. 309. No se puede expresar de manera más clara el deseo del rey filósofo. Todavía en 2003 se seguía aferrado a esta política, en un momento en que ya se empezaba a escribir sobre las crisis (del orden y del conocimiento de las sociedades modernas). La sociedad del conocimiento, la segunda, es aquella en la se expresa la ambición del estamento con formación por alcanzar las posiciones de poder.

 

Lo que se discute es lo difícil que lo tienen los individuos con formación. En definitiva ellos son los responsable del destino económico de las sociedades del bienestar. Esto lo deciden los trabajadores del conocimiento y su capacidad de innovación. A lo que se une que la “vida media” del conocimiento cada vez es más corta. El conocimiento profesional tendría hoy una “vida media” calculada a grosso modo de entre tres y cinco años, en muchos ámbitos de las altas tecnologías y de servicios profesionales muy cualificados (como gerencia, consultoría y análisis financiero) una duración claramente más corta. Ser un trabajador del conocimiento es muy agotador: tiene que poder manejar con soberanía un saber en ebullición y aprender a lo largo de toda la vida. Sin embargo, tampoco de esta manera está garantizada la seguridad. Riqueza y formación no protegen ante los riesgos, ni ante los efectos colaterales no pretendidos del progreso tecnológico, tampoco ante las catástrofes. El “nuevo centro” también está amenazado por el desempleo.

En la actual sociedad de conocimiento los científicos sociales son irrelevantes y las ciencias empresariales hegemónicas. Llama la atención al respecto que los científicos naturales no aparecen en los diagnósticos de la sociedad elaborados por las ciencias sociales. Sin embargo, esos científicos son los expertos centrales en los debates sobre la ingeniería genética (y la reproducción del biologismo en la industria cultural, que en cuanto actitud debe dotarse de plausibilidad para el éxito de esa industria). Llama la atención que en los diagnósticos de las ciencias sociales casi no se mencionen a los profesores. La ciencias de la educación tienen su “propia” sociedad del conocimiento”.77

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77 Para una crítica de este aspecto, cfr. Thomas HÖHNE, Pädagogik der Wissensgesellschaft, Bielefeld: transcript, 2003.

78 Helmut WILLKE, Dystopia. Studien zur Krisis der Ordnung moderner Gesellschaften, Frankfurt/M: Suhrkamp, 2002, pág. 209. 79 Ibidem, pág. 210.

 

En comparación con la primera sociedad del conocimiento, en la que se buscaba un pacto lo más amplio posible entre trabajadores formados y académicos y especialistas altamente cualificados —y, se podría decir, con el que se pretendía construir una sociedad de clase media— y en comparación con la “sociedad del riesgo” de Beck, en la que las contiendas entre científicos sociales y de la naturaleza son un tema importante, lo que caracteriza la segunda sociedad del conocimiento es que el estamento de los formados académicamente está muy fragmentado y muy especializado, tan profesionalizado que ya ni siquiera se conocen mutuamente. Los esfuerzos son para evitar las contiendas. Al mismo tiempo, la “sociedad del conocimiento” presupone un modelo que puede ser describir como “todos contra todos” y “cada uno para sí”. Esto es posible porque, con la fragmentación de los académicos, la lucha competitiva se ha desgajado de los contenidos del saber. Ahora de lo que se trata es de poder mantenerse de alguna manera. Y se trata de formar parte de las celebridades.

Helmut Willke habla de “los tontos” (sin el distanciamiento de las comillas): “Desde la perspectiva de los tontos, la sociedad del conocimiento no es en absoluto un puro placer.”78 A los “tontos corrientes, personas con escasa inteligencia, con poca educación formal y cultura y carentes de experiencias especiales y praxis relevante” se añaden “los nuevos tontos”: un proletariado cognitivo que cultiva en las universidad experiencias que socialmente son consideradas irrelevantes79. ¿Pero qué es relevante? Los “nuevos héroes” de la sociedad del conocimiento para Willke son más reveladores:

“Algunos de los nuevos héroes de la sociedad del conocimiento son, en todo caso para la ‘vieja’ clase alta, figuras bastante extrañas y siempre advenedizos. Hackers, creadores de moda, músicos pop, cirujanos plásticos, actrices, moderado-res de TV, modelos, divulgadores científicos como Sloterdijk o Höhler, futbolistas, entrenadores o jugadores de tenis ascienden por la escala de la sociedad del conocimiento, porque disponen de experiencias relevantes en campos de gran interés general, mientras que al mismo tiempo la mayoría de escritores, eruditos o incluso premios Nobel son completamente desconocidos y carecen de influencia.”80

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80 Ibidem.

81 Sobre la sociedad del conocimiento como universalización de la industria cultural, cfr. Christine RESCH y Heinz STEINERT, “Industria cultural: conflictos por los medios de producción de la clase culta“: Constelaciones. Revista de Teoría Crítica, Vol. 3, 2011, págs. 24-60; Christine RESCH, “Warum ‘Wissensgesellschaft’ die Verallgemeinung von Kulturindustrie ist und zur neoliberalen Politik gut sich schickt”: www.links-netz.de, 2004.

82 Cfr. Kathy LASTER y Heinz STEINERT, “Keine Befreiung: Herr und Knecht in der Wissensgesell-schaft”: Zeitschrift für kritische Theorie, 16/2003, págs. 114-130.

 

La sociedad del conocimiento es así deformada hasta hacerla reconocible. Se trata de una universalización de la industria cultural. El conocimiento es importante solo en tanto que se trate de un saber, que como de cualquier ocurrencia, por muy idiota que sea, se pueda hacer dinero. La sociedad del conocimiento es la competencia de los individuos con formación por la celebridad y las cuotas de audiencia. Relevante sólo es aquello que posee “gran interés general”; algo es relevante solo cuando mucha gente pueden ser motivada a pagar por ello dinero. La sociedad del conocimiento es la expresión de que se ha conseguido integrar al estamento social con formación. Este ejecuta la partitura dominante, ya no pretende ser responsable del esclarecimiento y la crítica, sino que lucha por la popularidad. Y sufre. ¿De qué? De la competitividad descarnada para hacer del propio saber un bestseller. La mayoría de los diagnosticadores sociales, por desgracia, no puede competir.

En la “sociedad del conocimiento” los individuos con formación se convierten en servidores (del poder) o huyen a la industria cultural.81 Ya no hay liberación alguna conectada con ella.82 Sin embargo, la exclusión social que produce la sociedad del conocimiento es negada y justificada cínicamente. El estamento social con formación está ocupado consigo mismo y quiere llegar al poder. Aunque no puedan imponer esas pretensiones de poder, pero al menos se consigue la posición de consejero del poder.

 

4 ¿CAPITALISMO DE CONSULTORÍA O SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?

La conferencia inaugural de Theodor W. Adorno en el XVI Congreso de Sociología de 1968 en Frankfurt tenía ya por título “¿Tardocapitalismo o sociedad industrial?” Entretanto ya sabemos cómo se ha resuelto el conflicto. En qué sociedad vivimos realmente se convirtió en cuestión que hay que resolver. Después de la sociedad del riesgo y de la sociedad de las experiencias, con la “sociedad del conocimiento” se ha vuelto a encontrar un concepto que, de manera análoga al concepto de “sociedad industrial” en su momento, declara la evolución de las fuerzas productivas (o mejor: la afirmada prevalencia del conocimiento en cuanto factor más importante de producción) como rasgo decisivo mediante el que puede ser descrita una sociedad. Con la sociedad del riesgo el acento recaía sobre la “individualización”, con la sociedad de las experiencias en la “capacidad de consumo”. En todos estos conceptos no han sido recogidas las relaciones de producción. Lo que constató Adorno en 1968 vale hoy mucho más:

“Las fuerzas productivas están mediadas más que nunca por las relaciones de producción; quizás tan completamente, que estas precisamente por ello se revelan como la esencia; se han convertido completamente en naturaleza segunda.”83

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83 Theodor W. Adorno, “Spätkapitalismus oder Industriegesellschaft?”, en Gesammelte Schriften, T. 8, Frankfurt/M: Suhrkamp 1972, pág. 365.

84 Ibidem, pág. 358.

85 Ibidem, pág. 361.

 

Con el concepto de “tardocapitalismo” en su momento se afirma la preponderancia de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas. Pero Adorno argumenta también que no es una cuestión de gustos, por qué se decida uno. Más bien es preciso reflexionar teóricamente sobre la contradicción:

“No se trata de elegir según el punto de vista o el gusto científico entre ambas fórmulas, sino que su relación expresa por su parte la contradicción que caracteriza la fase actual y que corresponde a la sociología articular teóricamente.”84

Como respuesta propone que la “sociedad actual es ciertamente sociedad industrial según el estado de sus fuerzas productivas”, al mismo tiempo, sin embargo, “la sociedad es capitalismo en sus relaciones de producción”85. Para la “sociedad del conocimiento” el argumento es más difícil de desplegar: que la sociedad actual sea definitivamente una sociedad del conocimiento según el estado de sus fuerzas productivas, reproduce ya la ideología de sus protagonistas. Pero de ello ya se ha hablado. Que las ciencias sociales y el discurso público se hayan puesto de acuerdo en la “sociedad del conocimiento”, al mismo tiempo que todos saben que es capitalismo con lo que nos vemos confrontados en la actualidad, expresa sin duda también una contradicción que hay que articular teóricamente. Con la expresión “saber en cuanto mercancía” se puede expresar esa conexión en una fórmula. Se afirma que conocimiento es una fuerza productiva, de manera atenuada ya tan solo es un medio de producción, en realidad se trata del conocimiento en cuanto mercancía —lo que no excluye, pero incorpora las relaciones de producción, que no se ven reflejadas en el concepto de “sociedad del conocimiento”.

Si el “conocimiento se convierte en una mercancía” la forma mercantil, y con ella la competencia, actúa sobre la producción. El troquelamiento dominador solo se puede trasladar a la teoría, cuando se incorpora a la reflexión la política con el factor productivo “conocimiento” mediado por las relaciones de producción, esto es, cuando la “sociedad del conocimiento” es re-interpretada como capitalismo de consultoría.

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