Fuente: World History Encyclopedia. Licencia y derechos de autor: Escrito por Mark Cartwright, traducido por Agustina Cardozo. Publicado el 04 noviembre 2020. “El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.”

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El humanismo renacentista
por Mark Cartwright, traducido por Agustina Cardozo

 

El humanismo renacentista fue un movimiento intelectual caracterizado por un renovado interés por el mundo clásico y por estudios que no se centraban en la religión sino en lo que significaba ser humano. Sus orígenes se remontan a la Italia del siglo XIV y a autores como Petrarca (1304-1374), que buscaba manuscritos antiguos «perdidos». Hacia el siglo XV, el humanismo se había extendido por toda Europa.

Los humanistas creían en la importancia de la educación en la literatura clásica y en la promoción de la virtud cívica, es decir, en la realización de todo el potencial de una persona tanto para su propio bien como para el bien de la sociedad en la que vive. Si bien ha sido difícil definir el humanismo y su carácter siempre ha sido cambiante, a nivel general se lo considera el rasgo definitorio de la Europa entre 1400 y 1600 y es precisamente por eso que el período se puede identificar como un renacimiento o «resurgimiento» de las ideas.

«Atenea expulsando los vicios del jardín de la virtud» de Mantegna. Andrea Mantegna (Public Domain)

 

Definición del humanismo

El humanismo fue un término inventado en el siglo XIX para describir la idea renacentista de que el estudio directo de las obras de la antigüedad era una parte importante de una educación completa (pero no la única). De esta postura surgió la idea de que el estudio de la humanidad debía tener prioridad frente a las cuestiones religiosas (que no tenían por qué ser descuidadas o contradichas por los estudios humanistas). Los ideales clásicos relevantes que eran de interés para los humanistas incluían la importancia de la virtud pública y privada, la gramática latina, las técnicas de la retórica, la historia, las convenciones de la literatura y la poesía, y la filosofía moral. Esta educación no creaba para sus adeptos una filosofía o una visión del mundo que lo abarcara todo. Alguien con educación humanista podía ser católico o protestante, por ejemplo, y muchos estudiantes siguieron estudiando ramas del pensamiento muy diferentes tales como la teología, el derecho o la medicina.

SE ESTABLECIÓ LA IDEA DE QUE EL MUNDO ANTIGUO TENÍA ALGO MUY VALIOSO QUE ENSEÑAR AL SIGLO XV.

En los tiempos modernos, el término «humanismo» ha adquirido un significado diferente (un modo de vida racional y no religioso), por lo que, para ser fiel a su propósito original, cuando se refiere al período comprendido entre 1400 y 1600, se suele denominar «humanismo renacentista». Sin embargo, es importante recordar que los propios pensadores del Renacimiento no utilizaron el término «humanismo» y tampoco estuvieron de acuerdo en todos los temas. Debido a estos problemas de definición, algunos historiadores prefieren utilizar el término studia humanitatis, acuñado por el estadista romano Cicerón (106-43 a. C.) y recuperado por el académico florentino Coluccio Salutati (1331-1406). Studia humanitatis se refiere a los estudios que, en lugar de concentrarse en cuestiones religiosas, se centran en lo que es ser humano y, más concretamente, evalúan cómo es una persona virtuosa en su sentido más amplio y cómo puede esa persona participar plenamente en la vida pública.

Los principales elementos del humanismo renacentista incluyen:

    • el interés por estudiar la literatura y el arte de la antigüedad
    • el interés por el uso elocuente del latín y la filología
    • la creencia en la importancia y el poder de la educación para crear ciudadanos responsables
    • la promoción de la virtud privada y cívica
    • el rechazo a la escolástica
    • el fomento de los estudios no religiosos
    • el énfasis en el individuo y su autonomía moral
    • la creencia en la importancia de la observación, el análisis crítico y la creatividad
    • la creencia de que los poetas, los escritores y los artistas pueden llevar a la humanidad a una mejor forma de vida
    • un interés por la pregunta «¿qué significa ser humano?»
«Seis poetas toscanos» de Vasari Minneapolis Institute of Art (Public Domain)

 

Orígenes del renacimiento clásico

El movimiento humanista se remonta a tres autores italianos que vivieron incluso antes de que comenzara el período del Renacimiento: Dante Alighieri (1265-1321), Petrarca y Giovanni Boccaccio (1313-1375). La obra de los tres sería revisitada durante el Renacimiento, al ser reconocidos como sus padres fundadores. Dante fue el primero, y si bien el mensaje central de su Divina Comedia (c. 1319) gira en torno a cómo alcanzar la salvación, supuso un cambio sutil en la sucesión de las obras totalmente centradas en la religión, para aquellos que consideran el papel de la humanidad en el universo de Dios. La Divina Comedia tenía muchos elementos abiertamente clásicos, desde el poeta romano Virgilio (70-19 a. C.) que actuaba como guía, hasta las numerosas figuras históricas antiguas que se mencionan.

Después vino Petrarca, igualmente religioso, pero en su obra criticaba algunos elementos de la Iglesia católica, como su corrupción y su excesivo amor al espectáculo. Petrarca rechazó la escolástica, que se aferraba al dogma de la Iglesia y creaba interminables rondas de debates infructuosos entre los eruditos. Quizás su mayor contribución al estudio de la antigüedad fue encontrar manuscritos que se habían «perdido» en oscuras bibliotecas monásticas. Entre sus famosos descubrimientos se encuentran varias obras y cartas de Cicerón.

LOS ERUDITOS GRIEGOS HUYERON DEL IMPERIO BIZANTINO, QUE ESTABA DERRUMBÁNDOSE, Y LLEVARON LOS TEXTOS CLÁSICOS A EUROPA.

Petrarca creía que si se retomaban los ideales de la antigüedad y se permitía a los poetas y eruditos liderar una revolución en la educación, se podía alcanzar una nueva edad de oro del pensamiento y la política. Según Petrarca, el período en el que vivió era un período intermedio entre la antigüedad y este nuevo amanecer, que despectivamente llamaba «un letargo». Los pensadores posteriores del Renacimiento tomaron esta perspectiva que contribuyó, en gran medida, a fomentar la idea de que la Edad Media era en cierto modo un período de oscuridad cultural. Además, el trabajo de Petrarca con los manuscritos antiguos fomentó el estudio de temas no religiosos cuyo foco estaba puesto en la humanidad, lo que se convirtió en una actividad legítima para los intelectuales. Por ello, a menudo se cita a Petrarca como el padre del humanismo.

Giovanni Boccaccio también buscó manuscritos «perdidos» relacionados con la antigüedad. Además, su Decamerón, una colección de cuentos recopilados entre c. 1348 y 1353, atrajo a los humanistas posteriores porque trataba con gran detalle las experiencias humanas cotidianas. Las obras de Bocaccio también fueron de gran interés para los estudiosos humanistas, como su Genealogía de los dioses paganos.

Busto de Cicerón. Mary Harrsch. (Photographed at the Capitoline Museum) (CC BY-NC-SA)

 

Estos tres escritores promovieron el uso de la lengua vernácula toscana (al menos en las obras poéticas), lo que llevó a cuestionar el dominio del latín. Los humanistas, sin embargo, siguieron favoreciendo el latín para fines académicos y modelaron su latín sobre el de Cicerón para la prosa y el de Virgilio para la poesía. La llegada de la imprenta a Europa en 1450 supuso un nuevo impulso para estos tres autores y la democratización del conocimiento. El humanismo renacentista dio gran importancia a la invención, y aquí, de nuevo, Dante con su creación de la terza rima (poemas formados por estrofas de tres versos que riman) y la innovación de Boccaccio en forma escrita de la ottava rima (donde las estrofas están formadas por ocho versos de 11 sílabas) van de la mano con ese punto de vista.

El ideal clásico

Tras la caída de Constantinopla en 1453, muchos eruditos griegos huyeron del Imperio bizantino, que estaba derrumbándose, y llevaron consigo textos clásicos a Europa, especialmente a Italia. Estos textos fueron muy bien recibidos, además de los textos latinos que eruditos como Petrarca habían encontrado en las bibliotecas monásticas. Como consecuencia, hacia 1515, las obras de los principales autores clásicos ya estaban disponibles en forma impresa. Si consideramos estas obras como un todo, una idea que era de especial interés para los pensadores del Renacimiento era la virtus (virtud o excelencia) y el deber cívico. Petrarca ya había estudiado este tema medio siglo antes, pero ahora se impuso la idea de que el mundo antiguo tenía algo muy valioso que enseñar a los habitantes del siglo XV. Los humanistas del Renacimiento ahora querían utilizar, analizar y criticar las fuentes antiguas para mejorar la vida pública al servicio del Estado. El conocimiento teórico no era suficiente, lo que se obtenía de él debía ponerse en práctica para el bien del Estado y de todos sus habitantes. Como consecuencia, la gran pregunta sobre qué significa ser humano que preocupaba a los eruditos del Renacimiento llevó a respuestas que giraban en torno a consideraciones religiosas, filosóficas, científicas y artísticas.

Hoy en día parece bastante extraño que los eruditos se interesaran tanto por fuentes antiguas que podrían considerarse anticuadas e irrelevantes para la sociedad contemporánea. Sin embargo, para los pensadores humanistas, la antigüedad, tal y como se ve en tantos manuscritos recién descubiertos, presentaba una alternativa fresca y dinámica al pensamiento encajonado y celosamente guardado por la iglesia medieval. Los nuevos horizontes que ofrecían estos textos y el enfoque aparentemente imparcial de los eruditos de la antigüedad al discutir y explicar el mundo sin ideas preconcebidas hicieron que todo el proceso del Renacimiento pareciera, como su propio nombre indica, un renacimiento intelectual. Los eruditos humanistas no eran acríticos con las fuentes antiguas, al contrario, al igual que muchos pensadores antiguos, abordaban cualquier tema desde una perspectiva crítica. Además, para abordar un tema determinado de forma objetiva, hay que ser libre intelectualmente. Con esta idea surgió el concepto del individuo librepensador, libre de prejuicios religiosos o políticos. Hubo incluso quienes pensaron que Dios había dado el mundo a la humanidad como una prueba, para que hiciera de él lo que quisiera y aplicara su virtud para convertirlo en un lugar mejor. De este modo, para muchos pensadores, el humanismo no se oponía a la religión pero sí conducía a la idea de un individuo moralmente autónomo, lo que a su vez conducía al individualismo.

 

Imprenta flamenca del siglo XVI. The British Museum (CC BY-NC-SA)

 

Había otra razón para admirar a los antiguos: su elocuencia argumental. Cicerón se tomaba como el ejemplo por excelencia de una escritura magnífica en latín. La retórica (otro término que la modernidad ha desviado de su significado original) era entonces el arte de presentar argumentos elocuentes. Además, no se trataba de un mero truco al que tenían que recurrir los eruditos en sus escritos, sino de una herramienta para emplear en la vida cotidiana. En otras palabras, la retórica es persuasión, y con la persuasión viene el poder. La retórica podía convertirse en el medio por el que los humanistas difundían sus ideas, persuadiendo tanto a un comerciante alfabetizado hasta al gobernante de un ducado de que su forma de educarse, vivir, trabajar y gobernar era la mejor.

La difusión del humanismo

La imprenta ayudó a difundir las ideas humanistas desde sus orígenes en Italia hasta el norte de Europa. De hecho, el erudito humanista más conocido en su época fue Desiderio Erasmo de Rotterdam (c. 1469-1536). Erasmo creía que la educación era la respuesta a los problemas de la Iglesia católica (y no una Reforma radical). Con esto en mente, recopiló ediciones de autores clásicos y realizó una nueva traducción del Nuevo Testamento al latín y al griego. Su examen agudo y crítico de los textos originales, su análisis textual de las versiones corrientes y su interés por la filología influirían en otros estudiosos del Renacimiento.

Aunque los primeros humanistas solían ser cristianos, el énfasis del movimiento en la investigación crítica condujo a un choque inevitable con las autoridades de la Iglesia, que dependían de la aceptación masiva y acrítica de interpretaciones de segunda mano de la doctrina. El hecho de que algunos eruditos humanistas se convirtieran en defensores de los textos paganos fue otra manzana de la discordia.

Desiderio Erasmo, de Matsys. Quentin Matsys (Public Domain)

 

En el norte de Europa, los eruditos humanistas estaban más interesados en las reformas religiosas, de ahí que su tipo de humanismo se denomine a menudo Humanismo Religioso. Una figura de este movimiento fue Tomás Moro (1478-1535), erudito y estadista inglés, defensor de la Iglesia católica frente a los reformistas, famoso por haber escrito Utopía en 1516, que describe una sociedad ideal situada en una isla imaginaria. Lo más probable es que pretendiera que la obra fuera una crítica casi evidente al reinado de Enrique VIII de Inglaterra (r. 1509-1547), pero su presentación radical de una sociedad en la que todos trabajan por el bien común y comparten el éxito por igual sonó a reconocimiento en las mentes de los estudiosos humanistas de otros lugares. El vínculo evidente con la República de Platón fue otro punto a favor de los humanistas amantes de los clásicos.

Una educación humanista

Erasmo fue importante en otro ámbito: la educación tenía que ser para todos. Está muy bien que los eruditos debatan los ideales de la educación en el plano teórico, pero se necesitan más ofertas prácticas para lograr el objetivo humanista de ampliar la educación. A esos efectos, Erasmo escribió muchos libros de texto, como su popularísimo De copia (1512), que enseñaba a los estudiantes a argumentar, revisar textos y producir otros nuevos. Su obra de 1521, El arte de escribir cartas,enseñaba a redactarlas de la mejor manera posible, a dirigirse a públicos específicos y a emplear expresiones elocuentes. Erasmo incluso elaboró guías para quienes deseaban fundar una escuela y recopiló programas de estudio recomendados.

Los humanistas subrayaban la importancia de una educación que abarcara las artes liberales de la retórica, la filosofía moral, la gramática, la historia y la poesía. El ejercicio físico, al igual que en la antigua Grecia, también se consideraba parte esencial de una educación completa que permitiera a los jóvenes desarrollar su potencial y convertirse en buenos ciudadanos. Además, la educación humanista se prolongaba durante toda la vida y nunca era demasiado tarde para aprender sus beneficios, especialmente para los gobernantes.

El humanismo en la ciencia

Observar, analizar y categorizar el mundo que nos rodea era una parte importante del pensamiento humanista, como lo había sido en la antigüedad. Por esta razón, la ciencia dio grandes saltos durante el Renacimiento, impulsada al principio por los desarrollos de las matemáticas. El astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) propuso que el sistema solar era heliocéntrico, entre otras ideas innovadoras, en su obra De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre las revoluciones de los orbes celestes) publicada en 1543. Copérnico fue un clásico erudito del Renacimiento, ya que estudió las obras de la antigüedad, observó personalmente todo lo que pudo en el mundo, cotejó todo lo que se había estudiado hasta entonces en su campo y luego propuso una nueva visión del tema en cuestión. Tal vez la mayor contribución del humanismo a la ciencia fue su sed de respuestas y la confianza en que el esfuerzo humano las podía encontrar.

La escuela de Atenas, por Rafael. Raphael. (Public Domain)

 

El humanismo en las artes

Gobernantes como Federico da Montefeltro (1422-1482) en Urbino y Cosme I de Médicis (1519-1574) en Florencia fueron grandes admiradores de la antigüedad y construyeron impresionantes bibliotecas humanistas. También fueron coleccionistas de arte antiguo, como esculturas, sarcófagos, paneles en relieve y monedas. Ambos se convirtieron también en grandes mecenas de las artes, alentando a los artistas humanistas. Este modelo fue imitado por los gobernantes de toda Europa.

Los pintores y escultores del Renacimiento se interesaron mucho por la mitología clásica, a veces incluso combinándola con temas cristianos, como la sutil representación de Venus como la Virgen María. Los pensadores de la antigüedad fueron representados directamente en el arte, tal vez el más famoso sea el fresco de la Escuela de Atenas en el Vaticano, obra de Rafael (1483-1520).

También se apreciaba la habilidad de los artistas antiguos, especialmente de los escultores, y su capacidad para plasmar la realidad en bronce o mármol. Los artistas del Renacimiento querían captar ellos mismos esta realidad, un proceso que se remonta a Giotto (nacido en 1267 o 1277 y fallecido en 1337) y que culmina con los retratos hiperrealistas de los artistas neerlandeses del Renacimiento tardío. Al igual que los escritores renacentistas, los artistas no solo querían emular la tradición clásica, sino también mejorarla. En consecuencia, el uso correcto de la perspectiva se convirtió en una tarea cada vez más precisa para los artistas del Renacimiento. Los artistas también estaban convencidos de que sus homólogos antiguos habían descubierto de algún modo los secretos matemáticos de la proporción, especialmente en relación con el cuerpo humano.

Los artistas ahora hacían hincapié en la experiencia humana en su arte. Los retratos, por ejemplo, podían incluir un libro clásico junto al retratado para enfatizar sus tendencias humanistas. Incluso las obras religiosas de la época se centran en las figuras humanas y su historia dentro de la escena. Al igual que los escritores humanistas conocían perfectamente el poderoso efecto de sus palabras, también los artistas sabían el poder que tenían para crear una impresión estética duradera en el espectador. Quizá no haya mejor ejemplo de este factor sorpresa que el techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Por último, el énfasis en el individuo dentro del humanismo encontró su expresión en la forma en que los artistas se veían a sí mismos: artesanos superiores que utilizaban su intelecto para estudiar el arte y crear obras maestras que llevarían su fama a las generaciones venideras.

 

Logia del Hospital de los inocentes de Brunelleschi. Sailko (CC BY-SA)

El humanismo impregnó la arquitectura del Renacimiento, en la que se diseñaron edificios elegantes, simétricos, funcionales y armoniosos con su entorno, tal y como había ocurrido en la antigua Roma. Sobre todo, los edificios mostraban las proporciones clásicas de longitud y altura.

El humanismo, con su veneración por los autores clásicos y por lo que el conocimiento de la antigüedad puede enseñarnos, encontró su expresión en las artes escénicas, especialmente en las obras de William Shakespeare (1564-1616), que se interesaba por personajes que pudieran revelar la amplitud y la profundidad de la experiencia humana. Quizá Shakespeare no tome partido en los debates humanistas que se presentan en sus obras, pero al menos hace un uso magistral de esa herramienta de poder humanista (el lenguaje) para lograr sus efectos.

El legado del humanismo renacentista

El humanismo transformó la educación y rejuveneció el mundo de las ideas y el arte con su descubrimiento, promoción y adaptación de las obras clásicas. Condujo a la creación de una red internacional de eruditos vinculados por las cartas y los libros, a la separación de la Iglesia y la política, al examen crítico de los textos que permitió descubrir inexactitudes e incluso falsificaciones, y a la creación de bibliotecas públicas.

Sin embargo, tal vez inevitablemente, los eruditos y pensadores humanistas comenzaron a dividirse en grupos a medida que se especializaban en diferentes áreas de lo que ya era un área irremediablemente amplia del quehacer humano. Había realistas contra moralistas, los que querían olvidarse por completo de la religión y los que no, los que eran republicanos y los que eran monárquicos. Había humanistas que pensaban que el estudio del lenguaje era un fin en sí mismo, mientras que otros pensaban que solo era un medio para comprender las ideas. Algunos preferían una vida de contemplación y otros seguían aferrados a la idea de llevar el humanismo a la práctica política. Al igual que las ciencias, las artes, la historia, la filosofía y la teología se separaron unas de otras, y el humanismo renacentista llegó a su fin, dividido a medida que la especialización académica ganaba la batalla contra la obtención de una visión global de la condición humana.

A pesar de la disolución del movimiento humanista en sus componentes, la idea esencial de que los seres humanos son dignos de un estudio serio nunca ha desaparecido, por supuesto. En todo caso, esta idea no ha hecho más que ampliarse y profundizarse. Las materias que se consideraban importantes de estudiar en las fuentes clásicas, como la filosofía, la historia y la literatura, pasaron a conocerse colectivamente como humanidades, y hoy, por supuesto, forman facultades importantes en colegios y universidades de todo el mundo.

 

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Cartwright, M. (2020, noviembre 04). El humanismo renacentista [Renaissance Humanism]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19263/el-humanismo-renacentista

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