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La diversidad tecnológica, instrumento clave de la descolonización digital

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La lucha por el control del conocimiento digital se encuentra en una encrucijada decisiva. La cuestión no es solamente económica, sino también geopolítica y cultural. Para poner fin al desequilibrio actual y promover el pluralismo digital, no basta con desafiar el dominio que ejercen los gigantes del sector. Es preciso, además, estimular el desarrollo de tecnologías alternativas que sean sostenibles y respetuosas con la diversidad lingüística, cultural y biológica.

 

Fuente: El Correo de la UNESCO, abril-junio 2023.  Attribution-ShareAlike 3.0 IGO (CC-BY-SA 3.0 IGO)

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La diversidad tecnológica, instrumento clave de la descolonización digital
Domenico Fiormonte*

 

*Profesor de Sociología de la Comunicación y la Cultura en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Roma III, Domenico Fiormonte dirige investigaciones, imparte cursos y publica trabajos sobre la filología digital, la geopolítica del conocimiento y la crítica cultural de los medios digitales.

 

El despliegue de un mayor poder tecnológico o militar nunca ha sido el único factor de dominación. El conocimiento es poder y ejerce su influencia en el ámbito de la hegemonía cultural, como afirma el filósofo italiano Antonio Gramsci al establecer los límites de lo que es y no es conocimiento. La información, la educación y la producción cultural y científica constituyen el núcleo de las interacciones geopolíticas.

Por primera vez en la historia, este conjunto complejo de ideologías, prácticas e intercambios converge hacia un soporte unificado de producción, acceso y difusión: Internet y sus herramientas. La red global y sus tecnologías afines se han convertido en el terreno en el que se ejerce cierto control sobre la política y la sanidad, se forma a las nuevas generaciones, se difunden los resultados científicos, influyen las opciones económicas y se cuestionan las normas sociales. Las estructuras culturales, estéticas, sociales, jurídicas, económicas y de otra índole que caracterizaron la historia de la humanidad hasta principios de este siglo han sido barridas por un nuevo sujeto-objeto: el imperio del algoritmo.

Un giro histórico

La geopolitica se ha convertido en una lucha para controlar los conocimientos digitales y dominar sus infraestructuras y las materias primas utilizadas para construirlas y gestionarlas. Se trata de redes de telecomunicacion por cable, aplicaciones, programas informaticos, bancos de datos, metales, tierras raras y otros elementos que componen el complejo mosaico de la geopolitica de los conocimientos digitales. Ya no basta con poseer misiles y ejercitos, gas y petroleo, poder economico, universidades y medios de comunicacion, ni estar investido de un poder religioso. Todos esos recursos son ciegos, sordos y mudos en ausencia del dominio de las infraestructuras y de las herramientas de la comunicacion.

La digitalizacion representa, por tanto, la ultima fase del proceso descrito por Gramsci. La lucha por el control del conocimiento digital se encuentra en un punto decisivo, tanto la pugna por el control de la opinion publica en las redes sociales, como las controversias relativas al uso de la inteligencia artificial.

El economista canadiense Harold Innis desarrollo en la decada de 1950 su teoría de los prejuicios politicos, culturales e ideologicos inherentes a toda tecnologia. Segun su hipotesis, el soporte fisico de las tecnologias esta “delimitado” por un conjunto de limites y restricciones definido por pensadores de la clase dirigente que, a su vez, lo dominan gracias a esas mismas restricciones. Al igual que en las décadas de 1930 y 1940 hubiera sido impensable desarrollar una industria moderna del libro sin un suministro seguro de pasta de celulosa, hoy seria imposible imaginar un sistema de comunicaciones sin una infraestructura de red.

Un reto cultural

Aunque es preciso arremeter contra el dominio economico de los gigantes tecnologicos, el verdadero reto es de naturaleza cultural. Tal y como explica Innis, quienes estan en el poder deben “homogeneizar” lo mas posible los instrumentos y metodos de comunicación para preservar su hegemonia. Y esa labor se traduce inevitablemente en un empobrecimiento de la diversidad. En este contexto, los protocolos de comunicacion, los algoritmos y los programas informaticos han de propagarse libremente y sin estorbo de un extremo a otro del planeta.

Diversidad y control son conceptos diametralmente opuestos. Para perpetuar su poder, los gigantes del sector tecnológico deben vencer a la competencia, adquirir posibles rivales y, como senala el investigador de informatica estadounidense Jaron Lanier, frenar la innovacion y proteger sus tecnologias, lo que se conoce como “efecto de cerrojo”.

Despues de todo, nadie espera que una empresa privada con fines lucrativos del sector de las tecnologias de la informacion vaya a invertir en lenguas y culturas cuyo valor de mercado es una incognita. La pagina de busqueda de Google, por ejemplo, esta disponible en 149 lenguas, Google Maps, en mas de 70 idiomas y, segun otras fuentes, el motor de busqueda de Google puede abarcar hasta 348 lenguas.

Sin embargo, en noviembre de 2020 Google anuncio que el programa Google Ads, esencial para quien desee hacer negocios en Internet, iba a funcionar solo en 49 idiomas, la mitad de los cuales son europeos. Segun el sitio web Ethnologue, enciclopedia de referencia que contiene un censo de las lenguas del mundo, en la actualidad hay mas de 7.000 lenguas habladas, lo que significa que la empresa digital mas poderosa del planeta solo puede representar a un porcentaje reducido de la diversidad lingüística mundial.

Desmantelando la narrativa dominante

Es precisamente en ese conflicto tradicional entre normas y diversidad, o entre elitismo y pluralismo digital, donde radica una posible solucion del problema. Si bien es verdad que el poder necesita concentracion y control, tambien es cierto que la biodiversidad cultural es una condicion necesaria para la preservacion de la vida en nuestro planeta. Es nuestro seguro de vida y cada vez necesitaremos mas la tecnodiversidad para garantizar su defensa.

De acuerdo con las reflexiones del filosofo chino Yuk Hui, la tecnodiversidad debe entenderse tambien como una libertad de elección que, en algunos contextos culturales, puede implicar el “rechazo” de una tecnologia que se percibe como invasora o perjudicial. En otras palabras, la tecnodiversidad es el derecho a controlar su propio corpus digital, luchar contra el colonialismo informatico y favorecer soluciones que sean respetuosas con la ecologia, la cultura y las lenguas.

De modo que no puede haber diversidad epistemica y, por ende, tecnologica, sin una reevaluacion rigurosa de la función capital que desempenan los “margenes” de nuestro planeta. No solo porque los recursos materiales que hacen posible la digitalizacion se concentran en las regiones del Sur, sino tambien porque el epistemicidio, “la destruccion sistematica de las formas de conocimiento rivales”, siempre ha sido una de las principales causas del subdesarrollo.

Fue el filosofo y psiquiatra frances de origen martiniques Frantz Fanon quien, en su obra cumbre Los condenados de la Tierra, puso de relieve la maldad de la ideologia colonial, basada no solo en la extraccion y explotacion de bienes materiales y mano de obra, sino también en la destruccion de las culturas autoctonas.

La mayor victoria del colonizador, escribio Fanon, no solo consiste en despojar al colonizado, sino en convencerlo de la inferioridad de su cultura. Una vez que los conocimientos locales resultan inutiles para sus detentores, el colonizador propone un modelo ventajoso, una “norma” que el colonizado no puede dejar de adoptar. Por eso, el hecho de combatir el actual desequilibrio tecnologico entre el Norte y el Sur no puede consistir en transferir la tecnologia del Norte con el fin de acelerar el robo de datos y de transformar al Sur en un basurero tecnologico, sino que es preciso alentar el desarrollo de tecnologias locales sostenibles que respeten la diversidad linguistica, cultural y biologica.

Sin embargo, los margenes del planeta se enfrentan a un dilema: ¿Deben crear sus propias (infra) estructuras de legitimación o deben sumarse a los grupos que les garantizan notoriedad y acceso a los recursos (y discursos) hegemonicos? ¿Que precio hay que pagar para lograr que prospere la diversidad? Varios activistas que promueven los programas informaticos gratuitos sostienen que “Las herramientas del amo no desmantelaran nunca la casa del amo”.

De hecho, la diversidad y la innovación pueden coexistir. La adopcion de determinadas tecnologias y la preservacion de tierras y culturas ancestrales no tienen por que entrar en conflicto. Y, por supuesto, el dialogo Sur-Sur es uno de los elementos esenciales para conjugar innovacion y descolonizacion digital.

Proyectos pioneros

Muchos ejemplos de innovacion demuestran que emergen nuevas iniciativas en los paises del Sur: proyectos de soberanía autoctona en materia de datos, el movimiento de tecnologias no alineadas, programas de investigacion de Big Data Sur, proyectos inspirados por el movimiento de bienes comunes, como la FLOK Society, pionera en Ecuador, o el movimiento de redes comunitarias, floreciente en Asia, Africa y America Latina.

America Latina alberga tambien probablemente las mayores iniciativas de publicacion cientifica de libre acceso del mundo. Redalyc, Scielo, AmeliCa y otras cuestionan el sistema de publicaciones de pago del Norte y tambien la hegemonía cultural anglofona en su conjunto. Hay quien dira que esos proyectos no son lo bastante importantes como para facilitar el “empoderamiento digital” del Sur. Mi respuesta es que la transformación no consiste en enormes inversiones extranjeras que se traducen en un incremento de la deuda y mayor dependencia tecnologica, sino, para retomar los terminos del escritor kenyano Ngũgĩ wa Thiong’o, en una “descolonizacion del espiritu”.

El mundo cambia y las antiguas periferias se transforman en referentes de modelos plurales y sostenibles de conservacion, acceso y transmision del conocimiento en formato digital. Ya existe un modelo viable, pluricultural y equitativo de tecnodiversidad.

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