Movilización 2.0. Desafío para la acción colectiva… (L. Daudén)

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Procedencia:
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Movilización 2.0. Desafío para la acción colectiva a través de la web.
Laura Daudén

(p.118-123)

Durante mucho tiempo, se pensaba que el activismo era un resultado patológico o de desorganización social1. Esa visión de la realidad no llegó más allá de los años 1960; ya en aquella época, quedó claro para los teóricos de la acción colectiva que su implicación está inmersa en una “rica textura de relaciones sociales”2. Las redes aseguran la contratación e inhiben la descomposición -especialmente en las movilizaciones que implican riesgo y que requieren alto grado de compromiso y confianza-, como quedó patente en el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos.

Como afirmaron Snow, Zurcher y Ekland-Olson en 1980: “Los individuos que se unen en movimientos sociales compartieron las características sociales y demográficas que les permite seguir sus intereses y/o inmiscuirse en comportamientos exploratorios más de lo que individuos atados a lineas de acción existentes en compromisos no relacionados, como esposo/a, hijos, cuentas, trabajos y reputación profesional” (1980: 794). Diani va más allá y describe la acción en red como resultado de la crisis de legitimidad de los partidos políticos y por lo tanto de representación: Las redes están siendo consideradas como más deseables, más legítimas y democráticas como forma de organización política (ídem:226), incluso si está sujeto, pondera el autor, a la fuerza y la forma de los lazos entre los miembros de estas redes. La expansión del acceso a Internet en los últimos años3 llevó esa premisa al límite. Aunque se reconozca la persistencia de la brecha digital, principalmente en África y en Asia4, es innegable el papel que desempeñan las nuevas redes sociales en la organización, el mantenimiento y la difusión de la acción colectiva a nivel local y global, especialmente para los grupos históricamente marginados de la comunicación de masas por razones económicas, temporales o espaciales. Este artículo trata de explorar los mecanismos que impulsan el compromiso a través de estas redes digitales y relacionar algunos de los desafíos que enfrentan los movimientos sociales, organizaciones y colectivos para que sea no sólo eficaz sino (y sobre todo) real.

[1] DIANI, Mario, “Social Movements and Collective Action” en The Sage Handbook of Social Network Analysis. 2011, p. 223.

[2] Idem


La primacía de la pertenencia

 Para entender las dinámicas que se dan en la redes digitales, antes es preciso entender los sujetos que las formaron y las fuerzas que actúan sobre su comportamiento y sus relaciones. Una extensa biografía ha sido dedicada a ese análisis. Según Michel Maffesoli5, después de la experiencia de la racionalidad del utilitarismo burgués que culminó en el capitalismo de mercado, pasamos junto a un nuevo momento en el que vuelven a germinar las semillas de nuestra cultura tribalizada que se preocupa por lo superfluo, con estetización del mundo y de las relaciones sociales, que sólo se experimenta cuando se comparte entre comunes. Sin ánimos de conmemorar o lamentar, afirma que “las formas tradicionales, la acentuación en las costumbres locales y las formas de solidaridad comunitaria” son ejemplos concretos de esa nueva etapa de la humanidad6.

Para el autor, es a través de la cristalización del genio colectivo de una época en cada individuo de una sociedad que se construyen microcomunidades que, a su vez, representan la “saturación del ideal democrático y la aparición en muchos aspectos ambiguos de lo que podría llamarse comunidad ideal” (ídem: 9). Maffesoli explica que, en la actualidad, este ideal es inseparable de la solidaridad orgánica. Nosotros sólo somos un grupo en el que podemos compartir emociones y crear lazos afectivos, incluso si nuestro desempeño es limitado y no tiene ningún propósito específico.

También podemos recurrir a la teoría posmoderna para tratar de explicar el papel del sujeto que, dada la desintegración de las instituciones y referencias, busca la pertenencia a la libertad. Él quiere ser parte de algo, quiere ser retratado como algo. El teórico francés Alain Touraine explica cómo la modernidad ha reducido al individuo a su papel social y cómo, a partir de esto, se dirige a la comunidad y la auto-representación para tratar de explicar y justificar su propia existencia: “(…) Gracias a los medios de comunicación también dejan de ser seres sociales de forma única cuyos roles están definidos por las normas sociales establecidas. (…) Encontrarnos a nosotros mismos como individuos cuya moral es no hacer ya referencia a un modelo, sino para preservar y enriquecer nuestra individualidad en medio de un torbellino de acontecimientos y de la información.” (Touraine, 1997: 69).

Tanto en Maffesoli como en Touraine queda evidenciado el rol del individuo como destacado -no en su concepción liberal, sino como actor fundamental en las relaciones intracomunitarias. Es ese que, no contemplado en la globalización, encuentra como medio de resistencia un retorno a lo local -donde se mantiene segura su identidad. Manuel Castells explica esa identidad de la resistencia: “Creada por los actores que están en posiciones/condiciones devaluadas y / o estigmatizadas por la lógica de la dominación, por lo tanto, construyendo las trincheras de resistencia y supervivencia en base a diferentes principios los que impregnan las instituciones de la sociedad (…).” (Castells, 1996: 24).

Según el autor, este tipo de construcción de la identidad “conduce a la formación de comunas o comunidades”. La definición puede servir para explicar el fundamentalismo religioso o el nacionalismo, pero también para que podamos, desde una perspectiva más amplia, analizar la formación de movimientos destinados a la acción social, ya sea estructural o puntual, local o global.

[3] En América Latina, el crecimiento del acceso a las redes fue de 1.310,8% entre 2000 y 2012.

[4] En Africa, 15 % de la población tiene acces a internet. En Asia, el porcentaje es de 26,5 %

[5] MAFFESOLI, Michel, A contemplação do mundo. Porto Alegre: Artes e Ofícios, 1995.

[6] Idem: 34.


De la red a la calle

Aunque Internet y las redes sociales específicas como Facebook, Twitter e incluso YouTube se han destacado como componentes clave en las movilizaciones políticas recientes, el uso de herramientas digitales para el reclutamiento y la organización de activistas emerge a finales de 1990, con la reunión de la Organización Mundial del Comercio en Seattle en 1999, las experiencias de movilización y reclutamiento pronto fueron repetidas en enero de 2001, durante el Foro Social Mundial de Puerto Alegre y, meses más tarde, durante la cumbre del G8 en Génova. La estrategia de acción a través de redes se repitió al año siguiente, en la primera edición del Foro Social Europeo en Florencia.

Aunque el papel de las redes en el momento era más convencional, limitada en gran parte a la facilitación de los flujos de información (Eltantawy y Wiest, 2011: 1208), ya se fueron poniendo en práctica -sobre todo en el contexto de los foros sociales- herramientas interactivas, abiertas y de administración colectiva para la gestión de las contribuciones de los participantes en la red. Este es el caso de la plataforma CIRANDA, el primer Foro Social Mundial, que reunía los medios de comunicación alternativos internacionales, escritores, activistas y estudiantes. Estas experiencias fueron ampliadas en 2008 con la creación de la primera red social del FSM – la wsf2008.net, creada para el intercambio de contenidos independiente producidos en todo el mundo, de forma autónoma durante la reunión. Esta plataforma dio lugar, al año siguiente, a la red OpenFSM. En esas iniciativas todavía era posible identificar, a pesar de la nueva flexibilidad y horizontalidad que la red daba a la acción social, fuertes lazos entre los miembros de ese movimiento por la justicia global y una cierta homogeneidad de pautas, intereses y modos de actuar.

Luego, las redes sociales digitales asumieron un papel más unificador que articulador, permitiendo la coordinación de movimientos en forma rápida alcanzando a un mayor número de personas, pero fallando en la creación de movimientos más sustentables. Como describe Juris (2012: 267), en lugar de “movilizar redes de redes, el uso de Twitter o de Facebook en los movimientos sociales tiende a generar multitudes de individuos”.

Lo que no es necesariamente negativo, dependiendo del tipo de acción y metas que se espera de ellas. Un buen ejemplo fue la respuesta de las redes sociales ante los desastres como el que azotó a Haití en 2010. En este episodio, se evidenció la capacidad de intervención rápida y específica en una escala global. Además de las herramientas que facilitaban las donaciones, los sistemas como Ushaidi (aplicación que organiza y clasifica los sucesos a través de geolocalización) ayudaron a identificar los lugares críticos, para clasificar a las necesidades y ofrecer ayuda de manera eficiente. En sólo 48 horas, la Cruz Roja había recibido US $8 millones en donaciones (Gao y Barbier, 2011: 10).

Es importante recordar que el flujo de información procedente de Haití fue muy superior, dada la falta de instrumentos locales y comunitarios de comunicación, que circula dentro de las fronteras del país. En ese momento, 12 radios comunitarias fueron detectadas por la Asociación Mundial de Radios Comunitarias en el área del desastre.

La capacidad de federar asignó una nueva tarea a los movimientos sociales a finales de la década: ¿cómo forjar una subjetividad colectiva a través de las redes que supere ese tipo de movilización puntual, existente en un tiempo y espacio, teniendo en cuenta el constante riesgo de desintegración? La respuesta llegó en la forma de ocupación, primero en Túnez y Egipto y, más tarde, con los más diversos movimientos de ocupación, incluyendo el movimiento de los indignados en España y el Occupy Wall Street, en Estados Unidos (Juris, 2012: 266):

“La cuestión que se plantea ahora es cómo el creciente uso de las redes sociales como Facebook y Twitter han dado lugar a nuevas formas de protesta que dan forma a la dinámica de movimiento más allá del campo de las prácticas tecnológicas y el grado en que se asemejan o difieren de la lógica de la red característica del activismo por la justicia global.” (ibid: 260).

Estas cuestiones cruciales fueron evidenciadas durante la llamada Primavera Árabe. Sin ignorar que eran factores internos y protestas en años anteriores, y no las nuevas redes sociales, las que sentaron las bases del movimiento que vio tanto en Túnez y Egipto (recordemos, por ejemplo, la huelga realizada por los trabajadores textiles de Mahalla en 2008 y en el mismo año, la revuelta de los mineros de Gafsa, Túnez), es importante reconocer el impacto de estas redes en las articulaciones del mundo real. Como explican Eltantawi e Wiest (2011: 1213) esas plataformas introdujeron rapidez e interactividad que estaban faltando en las tradicionales técnicas de movilización y permitieron que activistas dentro y fuera del país acompañen el proceso,se junten en grupos y participen en discusiones. Aunque ese papel sea de suma importancia, los medios sociales claramente no fueron el único y principal motor de revolución. Eso quedó claro con los esfuerzos del gobierno en promover un apagón digital, que no frena -sino todo lo contrario-las movilizaciones en la calle. Parece que es dentro de esa interconexión entre los lazos fuertes de las redes humanas y la capacidad incorporadora de las redes sociales digitales (que tiene lazos débiles aunque fácilmente activables) donde se encuentran las propuestas más prometedoras para el futuro de la movilización 2.0.

(Laura Daudén. Consultora en comunicación de la ONG Conectas. Periodista y licenciada en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos. También es co-autora del libro Nem paz, nem guerra: três décadas de conflito no Saara Ocidental.)


REFERENCIAS

  • CASTELLS Manuel, “Networks Society Catalyzes Social Movements. UTNE Reader. Março de 2013. Disponible en: www.utne.com
  • DIANI Mario, “Social Movements and Collective Action”. En: The Sage Handbook of Social Network Analysis. 2011: pp. 223-235.
  • ELTANTAWY Nahed y WIEST Julie, “Social Media in the Egyptian Revolution: Reconsidering Resource Mobilization Theory”. En: International Journal of Communication 5. 2011: pp. 1207-1224.
  • JURIS Jeffrey, “Reflections on #Occupy Everywhere: Social media, public space, and emerging logics of aggregation”. En: American Ethnologist, vol. 39, n. 2. 2012: pp. 259-279.
  • MAFFESOLI Michel, A contemplação do mundo. Porto Alegre: Artes e Ofícios, 1995.
  • SNOW David y ZURCHER Louis. EKLAND-OLSON, Sheldon. “Social Networks and Social Movements: A Microstructural approacht o Differential Recruitment”. En: American Sociological Review, vol 45, n. 5. 1980: pp 787-801.
  • TOURAINE Alain. Podemos viver juntos: iguais e diferentes. Rio de Janeiro: Vozes. 1998.

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