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Una mirada objetiva a la política exterior de Estados Unidos. Entrevista a Noam Chomsky.

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Los acontecimientos siguen desarrollándose a un ritmo acelerado. Ante la alarmante escalada de tensiones en todo el mundo, hemos preguntado a Chomsky lo que piensa.

Noam Chomsky no necesita presentación. Ha dedicado toda su vida a denunciar los abusos de poder y los excesos del imperio estadounidense. Con 94 años, sigue participando en el debate nacional.

Nos centramos en la lucha de poder internacional que se desarrolla, específicamente en el papel de Estados Unidos en las tensiones y su capacidad para reducirlas. Buscamos ideas que cambien el paradigma para mejorar las perspectivas de paz.

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Entrevista a Noam Chomsky. Una mirada objetiva a la política exterior de Estados Unidos.
Por John Rachel | 13/12/2022 | Fuente: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Agustín Velloso.

(Fuente Original: https://dissidentvoice.org/2022/12/noam-chomsky-interview/)

 

JR: Oímos muchos términos: Estado profundo, élite gobernante, oligarquía, neoconservadores.  ¿Quién define y establece realmente las prioridades geopolíticas de Estados Unidos y determina nuestra política exterior? No oficialmente ni constitucionalmente, pero sí de facto.

NC: Hace 250 años, en los inicios del capitalismo de Estado moderno, un astuto analista británico dio una respuesta sencilla a esta pregunta.  Dijo que los comerciantes y empresarios de Inglaterra son los amos de la humanidad, los principales arquitectos de la política gubernamental, y se aseguran de que sus propios intereses sean atendidos de la forma privilegiada, sin importar lo grave que sea el impacto sobre otros, incluido el pueblo de Inglaterra y más para las víctimas de la salvaje injusticia de los europeos en otros países. Su preocupación particular eran las víctimas de los salvajes crímenes de Inglaterra en la India, entonces en sus primeras etapas.

La descripción de Adam Smith es muy acertada.  Vemos ejemplos constantemente.  Un ejemplo morboso es la recién terminada 27ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 – COP 27, que acaba de “votar a favor del infierno global”, como resumió sus actuaciones un escritor científico australiano.  El principal contingente de la reunión procedía de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), líder natural de la campaña para acabar con el uso de combustibles fósiles, como debemos hacer si queremos sobrevivir.  El segundo eran los grupos de presión de las industrias de combustibles fósiles, que se aseguran de que sus intereses sean atendidos de forma privilegiada, sin importar lo grave que sean los efectos sobre el mundo.

Las cosas no son tan sencillas, por supuesto, pero la imagen de Smith, modificada para la era moderna, es una buena primera aproximación.

JR: Llevamos décadas de tensiones internacionales. Los últimos acontecimientos han visto una fuerte escalada en el potencial de una gran guerra. Aparentemente Estados Unidos no puede estar en paz. Las supuestas amenazas contra la patria aumentan en número y gravedad. La trayectoria de nuestras relaciones con el resto del mundo parece ser la de más enfrentamientos, más enemigos, más crisis, más guerras.

NC: Como han señalado varias personas, entre ellas el expresidente Carter, Estados Unidos es un país raro, más bien el único, que ha estado en guerra casi sin interrupción desde su fundación, enfrentándose siempre a amenazas colosales, desde que los despiadados salvajes indios de la Declaración de Independencia atacaron a inocentes colonos ingleses.

El intelectual antibelicista Randolph Bourne, vilipendiado y marginado durante la histeria de la Primera Guerra Mundial, describió la guerra como «la salud del Estado». Más exactamente quizás, la preparación para la guerra, la cual proporciona un enorme estímulo a la economía avanzada, como se demostró trágicamente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la fabricación casi se cuadruplicó en la economía dirigida por el Estado.  En los años siguientes la prensa económica reconoció que el gasto social podía sustituir al estímulo de la preparación para la guerra, pero con desventajas.  Beneficia a las personas equivocadas, a la población en general y no al sector empresarial.  Fomenta la democracia y la participación pública en la toma de decisiones; la gente opina sobre hospitales y escuelas, pero no sobre la próxima generación de cazabombarderos.  Por eso se reconoció, con toda franqueza, que un enorme presupuesto militar sería la mejor manera de sostener una economía orientada al beneficio en una sociedad con una democracia formal limitada, el ideal.  Ha habido muchas otras ocasiones similares.

JR: ¿Realmente está el mundo tan lleno de agresores, malos actores, adversarios despiadados? ¿O hay algo en nuestras propias políticas y actitudes hacia otros países que nos enfrenta a ellos, haciendo inevitable la guerra e imposible la paz?

NC: Hay muchos agresores y malos actores.  Gallup internacional incluyó hace una década en sus encuestas la pregunta «qué país es la mayor amenaza para la paz mundial». Al parecer, no se informó del resultado en Estados Unidos; yo lo encontré en la BBC.  Y Gallup no parece haber vuelto a cometer ese error.  Muy por detrás, en segundo lugar, quedó Pakistán, un resultado probablemente inflado por el voto indio.

JR: Nuestros líderes hablan sin cesar de nuestros intereses nacionales y nuestra seguridad nacional, advirtiendo de que ambos están bajo constante asalto. Sin embargo, gastamos más que los nueve países siguientes juntos en nuestro ejército. ¿Por qué nunca parece ser suficiente un gasto tan colosal?

NC: Por las razones mencionadas.  Los términos interés nacional y seguridad tienen significados técnicos.  No del interés y seguridad de la población, sino de los actuales amos de la humanidad, los principales arquitectos de la política. También de la seguridad de las doctrinas imperantes frente al cuestionamiento y la impugnación.

Una vez más nada es tan sencillo, pero es una primera aproximación sorprendentemente cercana.

JR: Resulta evidente que tú, y las muchas personas que te siguen y apoyan tu trabajo, creéis que la dirección que está tomando Estados Unidos tanto en la esfera diplomática como en las actuales zonas de conflicto representa un ejercicio del poder gubernamental que ha salido mal. ¿Podrías describirnos a grandes rasgos los cambios específicos en nuestras prioridades y políticas nacionales que considera necesarios para que Estados Unidos coexista pacíficamente con otras naciones, manteniéndonos al mismo tiempo a salvo de ataques malintencionados contra nuestra seguridad y nuestro legítimo lugar en la comunidad mundial?

NC: Podríamos empezar por cumplir la Constitución estadounidense, venerada pero raramente leída.  Determina que los tratados suscritos por EEUU son «la ley suprema del país», que deben cumplir los altos cargos electos.  En los años de posguerra el principal tratado, el fundamento del derecho internacional moderno, es la Carta de la ONU, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza. Ese simple principio aumentaría drásticamente nuestra seguridad y la de otros países del mundo.  Las enormes sumas gastadas en la preparación para la guerra podrían entonces dedicarse a la construcción de una sociedad habitable en casa y a la seguridad real, como la seguridad frente a la catástrofe del calentamiento global al que estamos avanzando rápidamente en nuestra locura.

JR: El público en general, especialmente cuando es consciente de los resultados autosaboteadores de nuestras actuales políticas exteriores y posturas militares, desea claramente menos guerra y militarismo, y prefiere alternativas más pacíficas en la escena mundial y una mayor concentración en la resolución de los problemas internos. Como activistas por la paz, estamos por tanto más en línea con la mayoría de los ciudadanos en cuestiones de guerra y paz, que con los actuales gobernantes.

¿Qué ocurre si determinamos que a quienes configuran la actual política estadounidense no les importa lo que piense la ciudadanía, simplemente no nos escuchan? ¿Y si llegamos a la conclusión de que nuestro Congreso, por ejemplo, es completamente sordo a la voz del pueblo? ¿Qué podemos hacer? ¿Cuáles son entonces nuestras opciones? ¿Cuáles son los próximos pasos concretos que deben dar los activistas políticos que trabajan por un futuro pacífico?

NC: Vivimos en sociedades relativamente libres.  Al expresar opiniones como estas, no nos envían al Gulag ni a las cámaras de tortura.  Somos libres de actuar para garantizar que quienes configuran la política escuchen las voces de sus electores y no las de los amos de la humanidad, como hacen ellos.  La ciencia política académica ha demostrado que la gran mayoría de los votantes no están representados, en el sentido de que sus propios representantes no prestan atención a sus preocupaciones, sino que responden a las demandas de los amos.  Más allá de eso, podemos actuar para crear un ámbito de debate abierto, informado y razonado en el que la gente se vea libre de los controles de las instituciones doctrinales, que reflejan la estructura del poder privado, unos asuntos que ha tratado Orwell, entre otros, y que están documentados sobradamente.

Podemos, en definitiva, trabajar para crear auténticas sociedades democráticas en la vida social y política, y en la economía, eliminando a los amos en favor de los votantes.

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