Fuente: World History Encyclopedia. Licencia y derechos de autor: Escrito por Mark Cartwright, traducido por Agustina Cardozo. Publicado el 10 noviembre 2020. “El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.”

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Arte renacentista

 

«San Jerónimo en su estudio» de Antonello da Messina. gallerix.ru (CC BY-NC-SA)

El arte del periodo renacentista en Europa (1400-1600) incluye algunas de las pinturas y esculturas más reconocidas y queridas del mundo. Los maestros solían ser expertos tanto en pintura como en escultura, y al estudiar el arte de la antigüedad y añadir sus conocimientos teóricos sobre la perspectiva matemática y las nuevas técnicas pictóricas, produjeron obras de arte realmente únicas. El realismo, el detalle, el dramatismo y las sutiles capas de significado se convirtieron en características del arte religioso y secular. Los artistas se liberaron finalmente de su antigua condición de artesanos y alcanzaron una nueva posición como contribuyentes vitales a la cultura y el prestigio de las sociedades en las que vivían.

Las características que definen el arte del Renacimiento son:

un interés por captar los elementos esenciales del arte clásico, en particular la forma y las proporciones del cuerpo humano;

un interés por la historia del arte contemporáneo y por forjar un camino continuo de desarrollo;

una mezcla de iconografía pagana y religiosa, pero con la humanidad como centro;

una tendencia a la monumentalidad y a las posturas dramáticas;

el interés por crear una respuesta emocional en el espectador;

el desarrollo de una perspectiva matemática precisa;

interés por los retratos, escenas y paisajes hiperrealistas y detallados;

el interés por el uso de colores vivos, la sombra y la captación de los efectos de la luz;

el desarrollo en el uso de las pinturas al óleo y las impresiones finas;

el uso de formas sutiles y objetos cotidianos para darles un significado adicional;

el aumento del prestigio de los artistas como artesanos superiores que combinaban los estudios intelectuales con las habilidades prácticas.

Orígenes medievales

Se solía pensar que el arte del Renacimiento surgió de la nada en un milagroso renacimiento de ideas y talento, pero la investigación de los historiadores modernos ha revelado que muchos elementos del arte del Renacimiento se estaban experimentando en el siglo XIV. Artistas como Giotto (fallecido en 1337) querían hacer sus cuadros más realistas y por eso utilizaban escorzos para dar una sensación de profundidad a la escena. El uso que Giotto hace de los escorzos, las luces y las sombras, la emoción y la elección dinámica de las escenas se puede apreciar mejor en sus frescos religiosos de la Capilla Scrovegni de Padua (hacia 1315). Estas técnicas, y el éxito del artista a la hora de hacer que los personajes cobren vida, influirán enormemente en los artistas posteriores. Por esta razón, a menudo se hace referencia a Giotto como el “primer pintor del Renacimiento”, aunque viviera antes del Renacimiento propiamente dicho.

«El beso de Judas» de Giotto.
Giotto (Public Domain)

 

Los mecenas adinerados fueron la fuerza motriz del arte renacentista en un periodo en el que la granmayoría de las obras artísticas se realizaban por encargo. Las iglesias fueron las beneficiarias habitualde este sistema en la primera parte del Renacimiento. Los paneles pintados para retablos y fresco seran la forma más común de decoración artística, a menudo mostrando la sacra conversazione, es decirla Virgen y el Niño rodeados de santos y bienquerientes. Los retablos monumentales de varios metro de altura se enmarcaban a menudo de forma elaborada para imitar los desarrollos contemporáneos de la arquitectura. El retablo más famoso de todos es el de Gante de 1432, obra de Jan van Eyck (c. 1390-1441). Los temas del Renacimiento temprano, por tanto, son muy similares a los populares durante la Edad Media.

Los mecenas privados, como los papas, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, los reyes y los duques, veían el beneficio de embellecer sus ciudades y palacios, pero también estaban muy interesados en obtener una reputación de piedad y un conocimiento de las artes y la historia. Una vez que un mecenas encontraba un artista que le gustaba, solía contratarlo a largo plazo como artista oficial de la corte, le encargaba todo tipo de tareas, desde retratos hasta el diseño delibreas. Los mecenas pagaban, por lo que a menudo hacían peticiones específicas sobre los detalles de una obra de arte. Además, aunque un artista podía hacer uso de sus habilidades y su imaginación, tenía que mantenerse dentro de los límites de las convenciones, ya que los personajes de sus obras debían ser reconocidos por lo que eran. Por ejemplo, no era bueno hacer un fresco de la vida de un santo si nadie reconocía quién era. Por esta razón, la evolución del arte fue relativamente lenta, pero a medida que algunos artistas adquirían gran fama, podían desarrollar nuevas ideas en el arte y diferenciarlo de lo que había hecho antes.

El renacimiento clásico

Una de las características que definen el periodo del Renacimiento fue el reinterés por el mundo antiguo de Grecia y Roma. Como parte de lo que ahora llamamos humanismo renacentista, se consultó la literatura, la arquitectura y el arte clásicos para extraer ideas que pudieran transformarse para el mundo contemporáneo. Lorenzo de Médicis (1449-1492), cabeza de la gran familia florentina, fue un notable mecenas, y su colección de obras de arte antiguas fue un punto de estudio para muchos artistas. Los jóvenes artistas, que se formaban en los talleres de los maestros consagrados, también tenían acceso al arte antiguo o, al menos, a reproducciones de dibujos.

«El nacimiento de Venus» de Botticelli.
Sandro Botticelli (CC BY-SA)

 

Los artistas imitaban directamente las obras de arte clásicas o partes de ellas en sus propias obras. En 1496, por ejemplo, Miguel Ángel (1475-1564) esculpió el Cupido dormido (hoy perdido), que envejeció a propósito para que pareciera una auténtica obra antigua. Otra recreación de la antigüedad, esta vez totalmente imaginaria, es el fresco de la Escuela de Atenas de Rafael (1483-1520). Realizado en 1511 y ubicado en el Vaticano, este fresco muestra a los principales pensadores del mundo antiguo. Las imágenes comunes de la mitología clásica fueron especialmente populares, se volvieron a imaginar y, en algunos casos, incluso han superado al arte antiguo en nuestras mentes cuando pensamos en ciertos temas. El Nacimiento de Venus (c. 1484, Galería de los Uffizi, Florencia), de Sandro Botticelli (1445-1510), es un ejemplo de ello. Por último, la representación de la arquitectura antigua y de las ruinas era una de las favoritas de muchos artistas del Renacimiento para dar un ambiente de fondo a sus obras mitológicas y religiosas.

El aumento del estatus de los artistas

Otra novedad fue el interés por reconstruir la historia del arte y catalogar quiénes eran exactamente los grandes artistas y por qué. El erudito más famoso que recopiló esta historia fue Giorgio Vasari (1511-1574) en sus Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos (1550, revisada en 1568). Esta historia es un registro monumental de los artistas del Renacimiento, sus obras y las historias anecdóticas asociadas a ellas, por lo que Vasari está considerado como uno de los pioneros de la historia del arte. Los artistas también se beneficiaron de que se escribieran biografías específicas sobre sus vidas y obras, incluso cuando aún estaban vivos, como la Vida de Miguel Ángel, de 1553, escrita por Ascanio Condivi (1525-1574). Los artistas también escribieron textos sobre técnicas en beneficio de otros, los primeros fueron los Comentarios de Lorenzo Ghiberti (1378-1455), escritos hacia 1450. Como los Comentarios incluyen detalles de la vida y la obra de Ghiberti, son también la primera autobiografía de un artista europeo.

David, de Miguel Ángel.
Joe Hunt (CC BY)

 

Este interés por los artistas del Renacimiento, por su vida privada y por cómo llegaron a crear obras maestras refleja el elevado estatus del que gozaban. Los artistas seguían siendo considerados como artesanos, al igual que los zapateros y los carpinteros, y estaban obligados a afiliarse a un gremio. Esto empezó a cambiar durante el Renacimiento. Los artistas se diferenciaban obviamente de los demás artesanos porque podían adquirir una amplia fama por sus obras y crear un sentimiento de orgullo cívico entre sus conciudadanos. Sin embargo, fueron los esfuerzos intelectuales de pintores como Leonardo da Vinci (1452-1519) y Alberto Durero (1471-1528) los que finalmente elevaron a los pintores a la categoría de “artistas”, un término antes restringido a los que estudiaban las artes liberales tradicionales, como el latín y la retórica. Los artistas se interesaron por estudiar la historia del arte, lo que ocurría en el mundo del arte en otros lugares, escribieron tratados sobre su oficio e hicieron experimentos con la perspectiva matemática. Todo ello elevaba el arte a la categoría de ciencia.

Otro rasgo que define a los artistas del Renacimiento, especialmente a los del Alto Renacimiento (1490-1527), es su extraordinaria habilidad en diversos medios. Figuras como Miguel Ángel y Leonardo eran tan buenos pintores como escultores, y ambos, como muchos otros maestros, se dedicaron también a la arquitectura. Estos maestros de éxito dirigían grandes talleres, que servían de base para la formación de la siguiente generación de artistas.

Una mayor confianza en sus habilidades, sus conocimientos y su contribución a la cultura en general se puede apreciar en el creciente número de artistas que se autorretratan. Otro síntoma era la frecuente firma de las obras de arte, a veces en partes muy destacadas del cuadro (aunque los ayudantes del taller del maestro solían rematar las obras).

Pintura y nuevas técnicas

Los pintores del Renacimiento eran versátiles y a menudo experimentaban, pero por lo general, a medida que el Renacimiento avanzaba, utilizaban la técnica del fresco para las paredes, la del temple para las tablas y la del óleo para los paneles o lienzos. Tanto el fresco (pintar sobre un fondo de yeso húmedo) como el temple (utilizar pigmentos mezclados con yema de huevo) eran técnicas empleadas mucho antes del periodo renacentista. Sin embargo, se experimentó con pinturas al óleo (pigmentos mezclados con aceite de linaza o de nuez) que proporcionaban colores más ricos, una gama más amplia de tonos y más profundidad que los colores tradicionales. Los óleos permitían mostrar más detalles en la pintura y que las pinceladas se convirtieran en un efecto visual. Así pues, a finales del siglo XV, la mayoría de los artistas importantes utilizaban el óleo cuando trabajaban en el caballete, y no el temple. La desventaja de los óleos era que se deterioraban rápidamente si se utilizaban en las paredes en lugar de un verdadero fresco.

Había diferentes estilos y técnicas de pintura según el lugar. Por ejemplo, la técnica del colore (o colorito) prevalecía en Venecia (donde se utilizaban colores contrastados para efectuar y definir una composición armoniosa) mientras que en Florencia se prefería el disegno (donde primaba el dibujo lineal de la forma). Otras técnicas perfeccionadas por los artistas del Renacimiento son el chiaroscuro (el uso contrastado de luces y sombras) y el sfumato (la transición de los colores más claros a los más oscuros).

El tema de la pintura era otra oportunidad para la experimentación. Pintar figuras con posturas dramáticas se convirtió en una moda del Renacimiento, como se aprecia en el techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel en Roma (1512). El uso del contrapposto por parte del artista, es decir, la asimetría entre la parte superior e inferior del cuerpo de las figuras, una técnica utilizada por Leonardo y muchos otros, crea una gran sensación de movimiento. Otra idea era crear formas en la escena, especialmente triángulos. El objetivo era crear una composición armoniosa y dar más profundidad, como se puede ver en el mural de la Última Cena de Leonardo en Santa Maria delle Grazie de Milán (c. 1498) o en la Galatea de Rafael (c. 1513, Villa Farnesina, Roma).

Dios crea el Sol, la Luna y los planetas, Capilla Sixtina. Michelangelo (Public Domain)

 

Los artistas se esforzaban por conseguir una sensación de realidad cada vez mayor en sus pinturas, y esto se podía lograr reproduciendo la perspectiva que uno esperaría ver en una vista tridimensional. Andrea Mantegna (c. 1431-1506) utilizó técnicas de escorzo al igual que Giotto. Véase su obra La agonía en el jardín (c. 1460, National Gallery, Londres). Mantegna también era partidario de pintar sus escenas como si se miraran desde abajo, otro truco que daba profundidad a su obra. A veces, la profundidad se lograba en el centro del cuadro mientras las figuras dominaban el primer plano, acercándolas al espectador. Se trata de una técnica innovada por Pietro Perugino (c. 1450-1523) y que puede se ver mejor en Los desposorios de la Virgen (c. 1504, Pinacoteca de Brera, Milán) de Rafael, que fue alumno de Perugino.

Por su parte, pintores como Piero della Francesca (c. 1420-1492) fueron más allá y utilizaron principios matemáticos precisos de la perspectiva, como puede verse en su Flagelación de Cristo (c. 1455, Galería Nacional de las Marcas, Urbino). Algunos críticos consideraron que algunos artistas fueron demasiado lejos en el uso de la perspectiva, por lo que se perdió el sentido original de su pintura; Paolo Uccello (1397-1475) fue una víctima particular de esta afirmación. La cacería de Uccello (c. 1460, Museo Ashmolean, Oxford) es por cierto una pintura audaz, con su vista panorámica de un bosque simétrico que se adentra en un fondo cada vez más oscuro, mientras que el primer plano está dominado por los cazadores y sus perros, todos convergiendo hacia un punto central distante.

«San Francisco en éxtasis» de Giovanni Bellini. Google Cultural Institute (Public Domain)

 

Otro paso hacia una mayor realidad fue asegurar que la escena tuviera una única fuente de luz que proporcionara zonas de sombra coincidentes en todos los elementos del cuadro. Véase, por ejemplo, el San Francisco en éxtasis de 1480 (Colección Frick, Nueva York) de Giovanni Bellini (c. 1430-1516). Los artistas incluso empezaron a jugar con el espectador, como el espejo del Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434, National Gallery, Londres) de Jan van Eyck, que muestra los reflejos de figuras que deben estar al lado del espectador. Todas estas técnicas tenían la ventaja adicional de crear un “factor sorpresa” en los espectadores no acostumbrados a ver tales innovaciones.

Los pintores del Renacimiento querían añadir a sus obras otro nivel de significado que no fuera solo la primera impresión visual. Las escenas mitológicas solían estar cargadas de simbolismo, para distinguir al espectador culto del que no lo era. Tiziano (c. 1487-1576) llegó a describir sus pinturas mitológicas como una forma de poesía, lo que él llamaba poesia, tal era la densidad de referencias clásicas que contenían. Véase, por ejemplo, su Baco y Ariadna (c. 1523, National Gallery, Londres).

 

 

 

«Mona Lisa» de Leonardo da Vinci. Centre for Research and Restoration of the Museums of France (Public Domain)

 

El retrato fue otro ámbito en el que destacaron los artistas del Renacimiento. El ejemplo más famoso es la Mona Lisa de Leonardo (c. 1506, Louvre, París), que muestra a una mujer no identificada. Leonardo no solo ha pintado un retrato, sino que también ha captado el estado de ánimo de la modelo. Los contornos, la perspectiva y las gradaciones de color se combinan para dar vida a la imagen. Además, la postura desenfadada y la vista de tres cuartos de la dama son otro indicio de movimiento. Este cuadro tuvo una gran influencia en los retratos posteriores. Otro avance fue el uso de objetos cotidianos en los retratos para insinuar el carácter, las creencias y los intereses del retratado. Los pintores neerlandeses fueron maestros en los retratos realistas, y sus ideas se extendieron a Italia, donde se pueden ver en la obra de, por ejemplo, Piero della Francesca, especialmente en su pintura de Federico da Montefeltro, duque de Urbino (c. 1470, Uffizi, Florencia).

Escultura y ruptura del molde clásico

Aunque muchos temas religiosos siguieron siendo populares en la escultura, como la Piedad (la Virgen María llorando sobre el cuerpo de Jesucristo), la iconografía convencional pronto dio paso a tratamientos más innovadores. Donatello (c. 1386-1466), por ejemplo, experimentó con el sacrificio de la técnica y el acabado para captar la emoción de una figura, una estrategia que se ve mejor en su María Magdalena de madera (c. 1446, Museo dell’Opera del Duomo, Florencia).

En el renacimiento clásico, los escultores crearon sus propias versiones de las figuras antiguas en madera, piedra y bronce. El más famoso de todos es el David de Miguel Ángel (1504, Galería de la Academia, Florencia). Esta figura de mármol, que representa al rey bíblico que, en su juventud, mató al gigante Goliat, es mucho más grande que el tamaño natural, con unos 5,20 metros de altura. Recuerda a las colosales estatuas de Hércules de la antigüedad, pero la tensión de la figura y su rostro totalmente decidido son invenciones del Renacimiento.

Donatello realizó su versión del David en bronce (década de 1420 o 1440, Bargello, Florencia) y esta obra supuso otro dramático alejamiento de la escultura antigua. La postura crea una figura sensual que no podría haberse producido en la antigüedad. Tanto el David de Miguel Ángel como el de Donatello recuerdan el estrecho vínculo entre arte y función durante el Renacimiento. David aparecía en el sello oficial de Florencia y, como asesino de Goliat, era un recordatorio oportuno de las luchas de los florentinos contra la ciudad rival de Milán.

«María Magdalena» – Obra de Donatello. Sailko (CC BY-SA)

 

«Milagro de la mula» – Obra de Donatello. Sailko (Public Domain)

 

Un arte relacionado con la escultura era el grabado. Donatello volvió a participar en él, produjo magníficos paneles de bronce en bajo relieve para el baptisterio de Siena y varias iglesias florentinas. La técnica de esculpir una escena con poca profundidad, pero con sentido de la perspectiva, se conoce como “relieve aplanado” o rilievo schiacciato. Una técnica muy diferente era la de crear paneles de metal con figuras de tan alto relieve que están casi en redondo. El ejemplo más famoso de esta técnica son las “Puertas del Paraíso” de Lorenzo Ghiberti, las puertas del Baptisterio de San Juan de Florencia (terminadas en 1452). Los paneles dorados de las puertas muestran escenas bíblicas e incluso un busto del propio Ghiberti.

A partir de 1420, los grabados en madera se hicieron populares, pero fue el desarrollo de las placas de cobre a partir de la década de 1470 lo que hizo que los grabados se convirtieran en una verdadera forma de arte. Las planchas de cobre ofrecían una precisión y un detalle mucho mayores. Mantegna y Durero fueron dos notables expertos en esta materia, y sus grabados se convirtieron en objeto de coleccionismo. El impresor de mayor éxito fue Marcantonio Raimondi (1480-1534), y sus grabados de bellas artes ayudaron a difundir las ideas en el norte de Europa y viceversa.

«El milagro del esclavo» de Tintoretto. Didier Descouens (CC BY-SA)

 

El legado del arte del Renacimiento

El coleccionismo de arte se convirtió en una afición de los ricos, pero a medida que las clases medias se enriquecían, también podían adquirir arte, aunque no tan grande. Los talleres, como los de Ghiberti, empezaron a producir arte no exactamente en masa, pero sí al menos a emplear elementos estandarizados tomados de un catálogo existente. En resumen, el arte ya no estaba restringido a los ricos, y para aquellos que aún no podían permitirse los originales, siempre podían comprar grabados. Los grabados también difunden la reputación de los artistas por todas partes. Gracias a la expansión del mercado del arte, los maestros ahora eran libres de producir arte como ellos pensaban que debía ser, y no como pensaba un mecenas.

El arte del Renacimiento estaba en continua evolución. El manierismo, por ejemplo, es un término vago que inicialmente se refería al arte extrañamente diferente que vino después del Alto Renacimiento. Posteriormente, el manierismo adquirió un significado más positivo: el estilo, la ambigüedad del mensaje, el contraste y, en general, el juego con las técnicas y las normas que los artistas del Renacimiento habían establecido. Véase, por ejemplo, San Marcos liberando al esclavo, de Tintoretto (c. 1518-1594, Academia, Venecia), de 1548. A partir del manierismo surgió el siguiente gran estilo del arte europeo, el barroco, altamente decorativo, que llevó los ricos colores, los finos detalles y las enérgicas poses del arte renacentista a un nuevo extremo de dramatismo y decoración abrumadores.

 

Bibliografía

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